
Es el 4 de mayo de 2006. Ella está parada. Rendida en la plaza principal de San Salvador Atenco. Levanta las manos como pidiendo paz después de tanto correr. El primer policía llega y le propina un toletazo en la cabeza. Se dobla. Aparece otro. Este para patearle sus piernas. Ella cojea, pero no cae. Vienen cinco más. Todos a golpearla. Todos de la policía del Estado de México.
Ella cae por fin, se pega y sangra. Uno de los representantes de la ley la agarra de los pies. Otro de las manos. Así la van arrastrando diez metros por la calle hasta la caja de una camioneta. Ella gime algo extraño. Ellos su euforia. Entonces aparece otro efectivo con voz de mando.
—¡Ándale, súbete pinche india! —ordena. Y su cuerpo es lanzado hasta caer en un montón inerte de personas que también acaban de ser capturadas. Sus dos pies quedan al aire. A patadas, un policía montado en la camioneta, termina de acomodarla. Es la indígena mazahua Magdalena García Durán, quien acaba de ser detenida y está a punto de ser trasladada al Penal de Alomoloyita.
***
Soy una mazahua de aquí mismo, del estado de México. Yo, la verdad, lo que me doy cuenta y me queda claro es que estamos aquí por cuestión política. No es jurídico porque nos están inventando cosas que no hicimos. El gobierno me sorprende. La verdad, me sorprende mucho. Como indígena yo no fui a la escuela. No sé leer ni escribir. Pero el propio gobierno promueve proyectos para capacitar a los indígenas para que puedan defender sus derechos. Y ahora en este día me sorprendo de que pese a tantas capacitaciones que me brindaron para defender los derechos de los indígenas, ahora estoy encarcelada.
***
En aquel año, para el Estado de Derecho de México, Magdalena García Durán era una mujer “sin bienes de fortuna, sin estudios y sin utilidad semanal”, según lo sentenció el Juez Segundo de lo Penal, Jaime Maldonado Salazar. Y, debido a ello, “se desprende que es simpatizante” del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, “cuya finalidad es la de trastocar el orden social”, terminó de resolver la justicia mexicana en torno al caso de esta mujer mazahua y humilde comerciante, que durante casi dos años permaneció en la cárcel acusada de secuestrar a seis policías del Estado de México en San Salvador Atenco.
Para Amnistía Internacional, después de la visita a México que hizo su entonces secretaria general, Irene Khan, Magdalena García Durán era considerada en su momento “la única presa de conciencia” que existe en México.
Cosa de enfoques.
***
¿Por qué digo defender los derechos de los indígenas? Porque hay muchas cosas que realmente se da uno cuenta. Uno sale de su comunidad porque no hay trabajo. Existe mucho la extrema pobreza. En caso de mi comunidad —que es San Antonio Pueblo Nuevo— es muy alto el índice de pobreza. Salimos. Nos migramos. O salimos para el Distrito Federal y llega uno a lo mismo: cuántos niños tienen cerradas las puertas de las escuelas porque no saben hablar español, es por eso que los rechazan para recibir un estudio. A ellos no les brindan la educación porque son indígenas, porque no saben hablar bien el español. Cuántos hospitales están cerrados para la gente pobre, la gente indígena, por no contar dinero para pagar, para sentar y acostarse en una cama de esos hospitales. Cuántos niños en vez de estar en la escuela están en los jardines, están afuera del Metro acostándose afuera y se duermen tapándose con cartones. Cuánta gente viene de fuera que no cuenta un espacio, una vivienda digna. Su espacio para dormir es la calle, su espacio para dormir arrinconándose como si fueran un animalito.
***
De acuerdo a la información recogida por Amnistía Internacional, el 4 de mayo de 2006 varios policías sacaron a Magdalena García del vehículo en el que había viajado a San Salvador Atenco, la golpearon y patearon repetidas veces, luego le ataron las manos, le cubrieron la cabeza y la forzaron a acostarse encima de otros detenidos que ya se encontraban en los vehículos que les estaban esperando. Durante el viaje en autobús a la prisión de Santiaguito, cerca de Toluca, otros detenidos que estaban heridos fueron forzados a acostarse encima de ella casi sofocándola y causándole pánico. Los oficiales varias veces la amenazaron con matarla “como a un perro”.
Cuando ya estaba en prisión, miembros de la Procuraduría de Justicia del Estado de México entrevistaron a los detenidos, y personal médico y forense registró las heridas. A pesar de que era evidente que Magdalena García había sufrido severos golpes, le ofrecieron un paracetamol y únicamente registraron una herida en su pierna. Ella le informó a un investigador oficial que ella no sabía ni leer ni escribir español. Su derecho a tener un traductor no fue señalado en ningún momento durante el proceso judicial.
***
Y entonces la verdad cuando uno exige un derecho de una vivienda digna, exige un espacio digno para ganar la vida digna porque a nosotros como indígenas nos han enseñado nuestros padres, nuestros abuelos de ser dignos: el trabajo se gana con el sudor de la frente. No robar, no rebatarle a la gente lo que tiene la gente. Y ahora me queda claro que por levantar mi voz, por estar diciendo, ahora estoy aquí, encarcelada, creándome delito que desconozco.
Es una injusticia que ya no puede esconder bajo un tapete, la extrema pobreza. Tampoco puede esconder bajo de un tapete cuando hablan. Cuando hacen sus campañas empiezan a decir que existe una pluricultural y multicultural étnica en nuestro país. Y ya pasando todos esos sexenios se olvidan de toda esta extrema pobreza, este pluricultural y multicultural mundo indígena.
Ahora me imputan de unos delitos que yo sí los rechazo rotundamente porque yo sé que antemano nunca cometí esos delitos que ellos me dicen, que de secuestro. Primero nos dijeron que delincuencia organizada, luego secuestro, luego no sé, ataques de la vía no sé qué. Yo como desconozco totalmente todo lo que es papeleo legal, pues entonces solicité un traductor. Que nunca se me dio el traductor. Hasta la fecha nunca se ha venido el traductor. A la mejor sé hablar un poquito bien el español pero yo realmente cuestiones jurídicas o legales o algo así desconozco totalmente. Y ahora el segundo juez de aquí de este penal duda de que yo soy indígena, porque él dice que él puede hablar inglés cuando no es de Estados Unidos. Y entonces la verdad pos qué lástima que esté ocupando un espacio, un cargo, un académico que ha estudiado y que desconozca totalmente qué tierra está pisando y qué país está pisando.
Nosotros no somos delincuentes, somos gente de trabajo. Somos gente que defendemos, que ya no queremos que seamos pisoteados pero miren cómo estamos. Y somos amenazados de muerte. Yo soy una de las personas que me dicen que me iban a matar y me iban a cortar la cabeza. Pero yo no les voy a dar el gusto porque ellos no me dieron la vida. Dios es el que me dio la vida y Dios es el que me va a quitar la vida.
Diego Enrique Osorno