Policía

El Oso

Un grupo de psicólogos se volvió pionero del estudio de la mente criminal en los años 70 tras entrevistar a asesinos seriales; uno de ellos invocaba la máxima de Nietzsche: si miras mucho el abismo, el abismo termina por mirar dentro de ti

SERIE PERIODÍSTICA “LUIS DE TAVIRA POR LA CARMEN ROMANO” / CAPÍTULO XII


En los setenta, un grupo de psicólogos se volvió pionero del estudio de la mente criminal, tras entrevistar a numerosos asesinos seriales presos en las cárceles de EU. Su trabajo, auspiciado por el FBI, implicaba establecer una conexión íntima con su objeto de análisis.

Robert Ressler, quizá el más conocido de estos especialistas, invocaba seguido aquella máxima de Nietzsche que dice que si miras mucho el abismo, el abismo termina por mirar también dentro de ti.

A partir de lo anterior, le pregunto a Luis de Tavira cuál es el proceso que establecería para entrar y andar por el laberinto de la mente de un psicópata y salir a salvo, sin perderse en el viaje.

“Es una espléndida pregunta. Actuar es la capacidad de ponerse ahí y una vez que te pones ahí, empieza a suceder. Si yo entro ya siendo un asesino —porque yo sé que es un asesino que va a cometer un crimen—, ya no hay nada qué descubrir, ya está todo prefabricado y no vamos a entender la lógica, pero si el que entra no sabe, pero se va a topar con eso y le empieza a suceder aquello que lo lleva a que pase, entonces descubres la lógica y bien podrías predecir lo que va a suceder y ser.

“Pero no hay que prefabricarlo, es decir, lo que científicamente llamaríamos un prejuicio: el prejuicio de la presunción científica que cree poder predecir la conducta. La conducta es impredictible, la causa no, entonces, puestos en la situación, yo empiezo a descubrir una lógica que hace posible lo que sucede o inevitable lo que sucede, pero descubrir eso implicaría para un investigador la capacidad de ponerse ahí. ¿En dónde? En la escena, y que le suceda y que le empiece a suceder, porque entonces va a descubrir la lógica, pero claro, le empieza a suceder a alguien a quien ya le ha sucedido lo remoto, por lo que le mete lógica.

“Puesto allí, puedo entender esa lógica impredictible de algo que sí es reacción, pero no se puede predecir. Yo nunca no sé cómo voy a reaccionar.

Luis de Tavira (de camisa azul) escuchando en espera de actuar. Especial
Luis de Tavira (de camisa azul) escuchando en espera de actuar. Especial

“Mira, los nervios que tenía yo momentos antes de sentarme en esta silla para platicar contigo. Yo no sé cómo voy a reaccionar cuando me empieces a preguntar, porque si ya lo sé, si lo preveo, entonces ya no estoy aquí… A la reacción solo le queda ser espontánea y natural, como esto en la inducción de un investigador criminológico.

“Es que la criminología también pasó por la presunción científica que se planteó desde el naturalismo: las leyes de la herencia ya me lo dicen, la tipografía del rostro, la conformación del rostro, de los huesos. Tú puedes ver en un mentón de este tamaño o de una frente… todas esas son pretensiones que el naturalismo, que viene del positivismo y pretende pues que lo único que podíamos hacernos era, a la ciencia positiva, a la ciencia de lo demostrable y que lo único que consiguió fue sentar la esencia siempre escapable y enigmática de lo que no

está predeterminado.

“Es como cuando Bergman nos descubre cómo cualquier persona a la que podríamos considerar la más inocente, en determinado momento se convierte en un criminal y asesina a su amada, o el personaje de Bergman, que ante la amenaza que supone la ternura, prefiere ahorcarla. Esto, sino ha sido planteado por el otro lado —la aproximación de una persona en la que yo puedo claramente identificarme—, lo que me descubre es que dentro de mí hay esa posibilidad en potencia.

“Ya más grave sería, además de la posibilidad, la probabilidad. Entonces, yo creo que el que resulta muy sabio como investigador es Sherlock Holmes, porque él camina para atrás. Él sabe que solo hay una causa, por lo tanto hace lo contrario que hace la procuraduría y la fiscalía. Él no tiene una línea de investigación. No tiene 17 líneas de investigación, nomás hay una. ¿Por qué nada más una? Porque muchas líneas de investigación son ganas de no saber. Hay una, pero hace falta olfato, ni siquiera mucha razón. El olfato es un sentido de una perspicacia que intuye”. 

*** 

Ya casi para terminar la entrevista, le pregunto a De Tavira su valoración sobre lo que se considera que es un actor profesional y lo que se considera un actor natural.

“La actuación es tres cosas que pueden estar juntas o separadas. La actuación es un lenguaje y al ser un lenguaje, lo que quiere decir que algo sea un lenguaje, es que es accesible a cualquiera, sino no es un lenguaje; digamos que el chino es un lenguaje bastante complicado, pero está abierto, es cierto, y yo puedo aprender chino, puedo entrar, cualquiera puede entrar… Si no está abierto a todos, no es un lenguaje. En ese mismo sentido, la actuación es un lenguaje. Cualquiera puede actuar, de hecho hay en todos nosotros un

niño actor.

“Borges cuenta una anécdota maravillosa. Se agarró traduciendo La Poética de Aristóteles y se topa con la mímesis y no sabe de qué está hablando, porque en el mundo árabe no hay teatro, entonces está quebrándose la cabeza. ¿Cómo explicar esto de la mímesis de los actores? Y de pronto está en esos pensamientos, cuando escucha una boruca tremenda en el patio de la casona donde vive y se asoma y ve a unos niños que vienen con unas escobas y unos palos y dicen: ‘Yo soy el sultán’, y ‘agárrenlo y decapítenlo’, entonces Borges dice: ‘ya entendí, ya entendí, es de esto de lo que está hablando la mímesis’: esa capacidad de representación de la vida y de la realidad que está ya en el juego de los niños.

“A mí, uno de mis hijos, me descubrió una clave sobre esto. Yo llegaba abrumado del trabajo, simplemente con ganas de descansar y de pronto me encuentro con mi hijo chiquito al que, una ocasión en que nos divertíamos jugando, yo le hacía que era un oso y lo asustaba con que era un oso, entonces él llega y me dice: ‘Papá, hazme al oso’. Y yo le dije, ‘ahorita no, espérate’, pero luego, literalmente ahí me tienes haciendo el oso, y entonces empiezo ahí y ahí trato de hacer el oso, y de repente me interrumpe y me dice, ‘pero no, no, no, papá…

¡hazlo bien!’

“¿Qué quería decir con bien? Vuelvo otra vez a intentarlo hasta que lo hago bien. ¿Qué quiere decir eso? Que me meto, que entonces de pronto sí soy el oso y me le echo encima como el oso y se para y me dice: ‘¡Ya, ya, papá, ya! Me asusté’. Aquí es donde empieza la actuación, cuando en ese juego, jugando, tocas algo, entonces juegas en serio y cuando juegas en serio, esto inmediatamente produce el efecto”.

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Diego Enrique Osorno
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