Policía

El neoliberalismo, esa tragicomedia

política

Todo empezó con intrigas, chismes y conspiraciones secretas que luego se volvieron peleas de gladiadores en circo romano. Tecnócratas alzados contra populistas resplandecientes. Rudos versus técnicos. Dinos y Renos. Nacionalistas o privatizadores.

Tragicomedia mexicana 3. La vida en México de 1982 a 1994, es un libro que trata sobre esa tragicomedia llamada neoliberalismo.

O sea que incluye corrupción a raudales, asesinatos de columnistas políticos y agentes extranjeros, negros policías siniestros, rupturas democráticas, nuevos periódicos, embajadores entrometidos, sismos, imecas, futbol mundial, capos con Nobel, fraudes electorales, mafias literarias, narco, cachirules, especulación rapaz, punk, concertacesiones, tratados comerciales, cine de ficheras, partidas secretas, cooptaciones intelectuales, insurrecciones justas y necesarias, magnicidios, rock en nuestro idioma, monopolios, crisis económicas, resistencias civiles y traiciones palaciegas.

Una trama llena de personajes que, a grandes rasgos, podrían ser descritos -Jesús Martínez, Palillo, dixit- así: “Desgraciados apátridas, encueradores de la economía política, buitres y vampiros, tenían que ser del PRI. Donde hay PRI hay corrupción, ahí están los eternos enriquecidos, políticos abyectos, méndigos, móndrigos, esdrújulos, archipiélagos, cafiaspironómicos, pitufos…”.

Para nuestra memoria indignada y regocijo nacional, José Agustín escribió esta crónica del presente histórico que puede leerse como una novela de humor negro que transcurre de 1982 a 1994 en un país llamado México.

Más allá de la enorme cantidad de información recopilada, lo que ha vuelto ya un clásico este libro es el punto de vista irreverente con el que, el más libre y original de nuestros escritores consagrados, relata los hechos políticos, sociales, culturales y económicos de las monarquías sexenales de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, en las cuales se gestó, creó y consolidó el salinismo, o sea el neoliberalismo cómico y trágico mexicano.

Como notario alocado -o sea que con rigor documental pero con tono irónico-, José Agustín no solo registra un periodo específico de la vida pública del país a partir de una vasta investigación hemerográfica, sino que también contextualiza personajes y acontecimientos desde su mirada contracultural única e incluso da cabida a muchas de esas leyendas o historias que se decían en voz baja durante una época de censura periodística en la que la mayoría de los rumores solían ser verdaderos.

Así es como las fuentes oficiales y las extraoficiales coexisten ofreciendo el gran fresco de la época pero también una serie de momentos hemerográficos estelares, como cuando se cita la descripción que hacía la revista Impacto en su momento de Manuel Bartlett, uno de los grandes pilares del neoliberalismo: “Soberbio, puritano, ambicioso, controlador, inquisidor, fariseo, autoritario, intolerante, represor, ciempiés con muletas, maniobrero, intrigante, perverso y aspirante al delfinato”.

O cuando recopila la batería de insultos proferidos en su plenitud de poder por el Nobel Octavio Paz en contra de otros miembros de la República de las Letras, como Carlos Monsiváis, a quien definió “no como un hombre de ideas, sino de ocurrencias”; así como también las breves pero contundentes minibiografías de personajes que escribe el propio José Agustín, como la siguiente de Arturo Durazo Moreno, comandante de la lucha contra las drogas y director de la Policía del Distrito Federal: “Era un feroz cocainómano, más aun que Freud, Sherlock Holmes y Mauricio Garcés juntos, y con frecuencia tenía que ir con los médicos deshollinadores para que le limpiaran la nariz”.

Mención especial merece una larga y acertada lista de apodos populares recopilados en el volumen.

Algunos son:

-Carlos Salinas de Gortari, cuando era secretario de Programación y Presupuesto, promovía tantos recortes presupuestales que se le empezó a decir: “Salinas Recortari”.

-Patrocinio González Garrido, secretario de Gobernación conocido como “Patrosimio” o “Latrocinio” González Garrido.

-Diego Fernández de Cevallos, líder del “opositor” PAN, conocido como “La Ardilla”, ya que nunca salía de Los Pinos.

-Marco Antonio Montes de Oca, poeta que se convirtió en uno de los primeros escritores becados del Fonca creado por el salinismo, a quien se le apodó: “Montes Beca”.

También hay una presencia esporádica de frases de oro como la pronunciada por Fidel Velázquez, líder eterno de la CTM, después de protestas legislativas en la asunción de Salinas de Gortari como presidente: “Quisieron interpelar y nos la interpelaron”.

O la del empático financiero Agustín Legorreta, quien en plena crisis económica de los ochenta dijo que el salario mínimo de ocho mil pesos (menos de cuatro dólares) era suficiente para que viviera una familia.

Hay unas más siniestras, como la del jefe policial Javier García Paniagua, advirtiendo a los priistas que contemplaban dejar el Titanic para irse al naciente PRD: “El gobierno siempre ha dado un trato a los disidentes y otro, muy distinto, a los infidentes”.

No cualquiera puede relatar con maestría el pasado reciente. Tolstoi escribió Guerra y Paz en 1870 abordando acontecimientos de principios del siglo 19 y Mariano Azuela publicó Los de abajo en diciembre de 1915, incluyendo sucesos ocurridos en mayo de 1915. ¿Hay que esperar 70 años o unos meses para escribir con calidad literaria sobre la realidad? Alguna vez escuché a José Emilio Pacheco calcular que la literatura debía esperar alrededor de veinte o treinta años para poder abordar con precisión y brillantez este tipo de relatos.

Releer el tercer volumen de esta legendaria saga, a casi treinta años de 1994, resulta una experiencia literaria y entretenida, pero sobre todo es la obra cumbre con la que el periodismo contracultural mexicano ajusta cuentas con el neoliberalismo.

También asombra encontrar que la prosa de José Agustín no envejece ni siquiera en estos textos que por momentos me hicieron sentir que estaba leyendo a David Foster Wallace pasearse con su escritura centelleante por la tragicomedia mexicana, en lugar de la gringa, teniendo ambas culturas, personajes y sucesos desorbitados a los que vimos -y seguimos viendo hoy- como normales, hasta que libros como éste nos demuestran el poder imaginativo que tiene la realidad de cualquier lugar del mundo actual cuando es relatada con libertad y genialidad. 

Diego Enrique Osorno


Google news logo
Síguenos en
Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.