Después de que fueron servidos unos huevos con jamón, el entonces gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, empezó a repasar la forma en que gobiernos de otros países y otras épocas han encarado la búsqueda e identificación de víctimas de atrocidades, como las de Allende en el año 2011.
Esa mañana que nos reunimos, me dijo que había estudiado los casos de Argentina y Uruguay, pero que había decidido seguir el modelo de Chile. En los 70, la dictadura de Augusto Pinochet persiguió a miles de ciudadanos que eran llevados a campos de concentración en el desierto de Atacama, donde después de algún tiempo eran asesinados y sus restos enterrados en los alrededores. A la fecha hay mujeres escarbando la tierra de Atacama buscando algún rastro de sus hijos.
“Después de que revisé las experiencias de búsqueda de Argentina, Uruguay y Chile, nos dimos cuenta de que el modelo a seguir era el de Chile, en especial por el trabajo forense que se ha hecho allá en regiones desérticas y el trabajo que se tiene que hacer en Coahuila, con una orografía un poco más parecida”, me explicó el entonces mandatario estatal.
Sin embargo, Rubén Moreira alegaba que el trabajo de investigación era mucho más complicado en Coahuila, ya que a diferencia de lo que sucedió en Chile, en el noreste de México, los grupos criminales –los ligados al Estado y los no ligados– no llevaron ningún registro mínimo de sus desapariciones.
“En Chile los militares tenían un registro de las personas desaparecidas. Aunque no lo ponían abiertamente, sino a través de nombres claves. Anotaban: ‘Salieron 400 televisores hoy para Atacama’ y los televisores eran las personas desaparecidas. Eso no ha pasado en México y por eso la búsqueda ha sido más complicada”.
Rubén Moreira me aseguraba que no estaba haciendo demagogia con el tema de las desapariciones, como sospechaban muchos de sus críticos, quienes veían en el interés del mandatario en el tema de derechos humanos, una forma de ocultar las crisis administrativa y de seguridad iniciada en el anterior gobierno encabezado por su hermano Humberto , quien antes de caer en desgracia, se había convertido en una figura importante de la política nacional, al encarar otra de las tragedias más recientes en la historia de Coahuila.
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En una noche fría del desierto de Coahuila, 73 trabajadores se alistaban para ingresar a una mina de carbón. Mientras bajaban algunos detectaron un fuerte olor a gas y una falla en el canal de transportación interna. El más joven de todos trató de convencer a los demás de que pararan labores, pero fue reprendido por sus compañeros con mayor experiencia.
La cuadrilla ya estaba resignada a trabajar en esas condiciones, me contó aquel joven obrero que sobrevivió a esa explosión de gas grisú en la mina Pasta de Conchos, ocurrida la madrugada del domingo 19 de febrero de 2006. Sesenta y cinco de los 73 mineros murieron en aquella ocasión.

Fue esta tragedia la que hizo famoso a Humberto Moreira, el profesor de secundaria con 40 años de edad en ese momento, quien recién gobernaba Coahuila. El mandatario llegó unas horas después del siniestro y se topó con un cerco militar que le impedía el acceso a él y a unos familiares de los mineros que habían llegado hasta las instalaciones de la mina, ubicadas en medio de un páramo de San Juan de Sabinas, municipio de la región carbonífera coahuilense. Después de forcejear, el gobernador logró llegar hasta las oficinas del yacimiento de Grupo México, propiedad de Germán Larrea Mota, uno de los hombres más ricos de América Latina.
La explosión había destruido el acceso a la mina y en ese momento era difícil determinar la situación de los trabajadores, lo cual abrió la posibilidad de que debajo de la tierra hubiera algunos sobrevivientes esperando ser rescatados, como sucedería cinco años después con los 33 trabajadores de la mina San José, de Copiapó, Chile. Esto generó una amplia expectativa en todo el país. Entre los funcionarios llegados desde Ciudad de México hasta el árido lugar estaba un director de Protección Civil del gobierno federal, Arturo Vilchis, quien al principio encabezaba las labores de rescate, pero luego debió mantenerse al margen, tras discutir y enfrentarse casi a golpes con el gobernador Moreira, quien le reclamaba que masticara chicles mientras daba informes a las esposas y madres de los 65 mineros atrapados. La tensión entre Moreira y los emisarios de la Federación aumentó cuando un grupo de especialistas determinó que era imposible que los trabajadores estuvieran vivos, pese a lo cual, la empresa y el gobierno federal decidieron posponer el anuncio el mayor tiempo posible.
En oposición a ello, el gobernador reconoció en una entrevista televisiva la muerte de los mineros ante la prensa. Moreira fue cuestionado luego por el secretario del Trabajo federal, representante del entonces presidente Vicente Fox Quesada, quien nunca acudió al lugar. Humberto Moreira le respondió textualmente al representante presidencial: “Vete a la chingada”. Después abandonó el lugar.
El conflicto entre el gobernador del PRI y los funcionarios federales del PAN continuó tras bambalinas en medio de las supuestas maniobras de rescate. El gobierno de Coahuila había instalado tiendas de campaña y daba comida y agua a los familiares que aguardaban día y noche a la intemperie, a la espera de noticias. Tales acciones fueron cuestionadas por el general del Ejército que custodiaba el sitio, quien incluso amagó con desalojar el campamento de los familiares. En un nuevo desafío, Moreira decidió instalarse él mismo en el campamento.
Hasta ese momento Moreira era un gobernador prácticamente desconocido, pero las labores de rescate de Pasta de Conchos le produjeron la imagen de alguien que parecía no tener miedo a las represalias de enfrentarse con el presidente y los militares.
En una entrevista que me dio en aquel año, en medio de la polémica, soltaba frases que invocaban el viejo separatismo que ha existido entre los estados del noreste de México: “Si tenemos esta Federación de estados, ¿sirve de algo, es decir, sirve estar federado?”/ “Coahuila está subsidiando al país, a la Federación, porque el PIB de nuestra entidad es muy superior a nuestra población. Nos dedicamos a trabajar y a generar la riqueza para nuestro país y no merecemos que nadie nos esté tratando de esa forma”.
CONTINUARÁ…
Esta es la quinta entrega de la serie “El lugar donde se arrastran las serpientes”.