Policía

'Adrenalina'

La cámara se instala en un Centro de Integración Juvenil de Coahuila para conocer a los internos del lugar. shelia altamirano
La cámara se instala en un Centro de Integración Juvenil de Coahuila para conocer a los internos del lugar. shelia altamirano

Adentrarse en la tragedia de las nuevas generaciones, tratar de entender el norte de México más allá de estereotipos, y analizar con respeto las motivaciones íntimas, angustias existenciales y deseos febriles de jóvenes cautivos, son tres cosas que palpitan a través de Adrenalina, documental dirigido por Alberto Arnaut y Diego Rabasa.

La cámara se instala en un Centro de Integración Juvenil de Coahuila para conocer a los internos del lugar: los mira realizar sus dinámicas de recuperación, los entrevista a ellos y a sus cercanos, los acompaña en algunos silencios y los ve contar su realidad a través de una representación escénica propia.

Es en esta representación escénica de los internos, coordinada por Julia Arnaut y Aracelia Guerrero, donde se explaya el lenguaje visual de la película, ya que los actores presentan su historia en la propia oscuridad en la que quizá sienten que han estado todo este tiempo, pero lo interesante es que intenten salir de ella, que intentan resaltar. No lo digo metafóricamente, lo indica su puesta de escena: literalmente usan maquillaje fluorescente para delinearse nuevos rostros y cuerpos brillantes mientras andan la tiniebla que narran.

Pero este neón que irradia en ellos —y también en la película— no es una estridencia, sino una manera puntual de exponer su condición natural, de índole incluso hormonal, que también hay que observar a la hora de entrar a espacios como éste, en los que el visitante puede juzgar o puede comprender. Adrenalina opta por lo segundo y he ahí su genial aporte.

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El papá de uno de los jóvenes internos pone su contexto: “Todo empezó en el 2008. La plaza la estaban peleando Los Zetas, en la disputa que ha habido aquí entre Los Zetas y la gente que sigue a El Chapo Guzmán, al cártel de Sinaloa, se dio una lucha tremenda en la que a veces ganaban unos, y a veces ganaban otros”.

“Fue una cosa muy horrible, porque empezó a haber desapariciones, secuestros, a pedir dinero para tener derecho a trabajar... Se vino un mundo que jamás habíamos imaginado. ¿Cuándo te ibas a imaginar tú que ibas a necesitar pedir permiso para trabajar? Sigue siendo Torreón un pueblo mágico. ¿Qué quiero decir con ello? Que sigue desapareciendo gente”.

Hay otro testimonio de un antiguo vendedor de droga que asegura que la mercancía que ofrecía en las calles se la conseguían primero unos soldados y después los Gates, la fuerza policial de élite en el estado.

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La película de neón y tiniebla que realizan los propios internos está basada en hechos reales, advierte uno de los chicos. Es la historia de Vladimir, quien tenía muchos planes para el futuro y empezó vendiendo chicles, pero con el paso del tiempo descubrió que otros adolescentes ganaban 3 mil pesos diarios vendiendo drogas. “Con la desesperación de que eran muy pobres, quiso hacer lo mismo”, explica el joven narrador, para luego contar que Vladimir se hizo adicto a la piedra teniendo solamente 14 años y, tras acercarse con el grupo de vendedores de droga, uno de ellos le dijo: “Aliviánate, carnal, vas a ir a matar a un wey, si quieres andar con nosotros, vas a matar a un cabrón, le dicen El Burro Menso. Está así de altote, ten la pistola, ve y mátalo…”.

La película de neón y tiniebla continúa, entrelazada con testimonios directos y dinámicas colectivas del círculo de integración que Arnaut y Rabasa documentan en su propia película de casi 30 minutos de duración.

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En el salón del centro, un instructor dirige una dinámica que consiste en exclamar la frase “El viento sopla…”, para luego agregar sentencias específicas como “…para los que ya no son virgen”, o “…para los que son de carácter fuerte”. Al oír esta parte final, los internos, si se sienten identificados con lo que se acaba de decir, deben dejar rápidamente la silla donde están y buscar otra, para continuar la actividad que se celebra en formación circular.

—¡El viento sopla… para los que vienen por droga! —proclama el guía de la dinámica y muchos de los chicos cambian de silla.

—¡El viento sopla… para los que vienen por homicidio! —dice después y el vaivén de silla a silla continúa.

En otro momento, el instructor se dirige a uno de los adolescentes internos.

—¿A qué deseas volver?

—Yo quiero regresar al pasado en 2014, cuando nació mi sobrinito y lo llevábamos a Los Cabos, salimos todos en familia.

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El papá del adolescente interno relata el momento en que se enteró del crimen de su hijo. “Ese día era el Super Bowl”, empieza, para luego seguir con la voz entrecortada: “Mi hijo comete el homicidio el viernes, el sábado lo agarran y el domingo me avisan. El domingo que estaba viendo el Super Bowl, la mamá me habla y me da la noticia, entonces, imagínate tú, tenerme que callar todo, porque estaba todo el mundo aquí en la casa, porque aquí el Super Bowl es como año nuevo. Aquí encontrabas a toda mi familia, primos, amigos y todo festejando con carnita asada, por lo típico de las reuniones del norte; y de repente te enteras de eso, y nomás a tragar saliva, hermano, como dicen: a comer sapos sin hacer gestos. ¿Cómo me desahogo?, ¿con quién me desahogo?

“Cuando vi a mi hijo, lo primero que hice fue abrazarlo y pedirle perdón”.

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Un adolescente es invitado en el círculo de integración a presentar su idea para hacer otra película. Su relato empieza así: “La película está basada en una persona que cumplió un sueño. Era de barrio, el bato, era de barrio, y pues la vida le dio la oportunidad de estar en un equipo de fútbol y así se fue creciendo; entonces, el bato, pues volvió con unos camaradas que tenía en el barrio”.

Todo parece ir bien en la trama, por lo que el adolescente plantea de repente un giro de tuerca: “[El bato] estaba pisteando en un bar y de repente andaba bailando, lo empujan y pues el bato se enojó y de repente sacó un cuerno de chivo y les disparó a todos”.

Al final, el adolescente puntualiza que la banda sonora

de su propuesta tendrá música de Eminem.

Es evidente que el giro de tuerca de su propuesta de película es el misterio de fondo investigado por Adrenalina.

Diego Enrique Osorno

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