Hablando de temas nacionales que impactan a los locales, el lunes 6 de noviembre será un día decisivo para la fuerza laboral mexicana.
En nuestro país es donde más trabajamos, seis días laborales con 48 horas oficiales, que sí, aplica para las personas sindicalizadas, pero para todos aquellos que son de “confianza”, es decir, que no tienen quién los respalde y defienda sus derechos, las jornadas pueden llegar a ser de hasta 10 o 12 horas diarias, duro pero cierto.
De acuerdo con el más reciente estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad el 30% de los trabajadores en México supera las 48 horas de trabajo semanal, obvio es que quienes han pegado el grito en el cielo son los empresarios, que han rechazado esta propuesta de reducción mencionando que impactará negativamente en la productividad de sus empresas y del país, según ellos.
Curioso esto lector mío, de siempre los estudios de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) ranquean a nuestro país en el primer lugar en número de horas trabajadas, muy por arriba de todos los países miembros, pero, irónicamente, en cuanto a productividad está por debajo de la media tabla, no suena entonces lógico la petición del empresariado ¿no cree?
Y es que en México la cultura por tradición bien arraigada es el de dar mayor peso al número de horas que una persona “trabaja”, es decir a verla ahí presente en la oficina, que al valor que puede generar contra el tiempo que les dedica a las funciones para las que fue contratada. Lo anterior habla de efectividad y por supuesto, de los procesos que el empresario sigue para producir sus bienes y servicios, de fondo el mal es otro, es la carencia o le deficiente manera en que se planean las operaciones en el día a día laboral y ahí mucho tienen que ver los que pagan, es decir los dueños.
Este es un tema ardiente por donde le vea, quizá por eso la Cámara de Diputados le sacó y prefirió mandar esta iniciativa a parlamento abierto, veremos en qué acaba.