Luego de que en 2018, el triunfo del presidente López Obrador apareciera como un faro para la integración y las izquierdas latinoamericanas que habían perdido terreno, finalmente, ese esperado liderazgo del país mexicano se hace tangible para la región, aunque todavía sin grandes resultados en medio de un clima poco favorable para la concertación.
Con un interesante giro en la política exterior que ahora mira de frente a América Latina, México lideró el mayor encuentro de jefes de estado en los últimos años al reunir a 18 mandatarios en el marco de la CELAC. Pese a que algunos gobernantes como el de Paraguay —que roza el 73% de imagen desfavorable entre sus coterráneos— prefieran ver la paja en el ojo ajeno y así ocupen los titulares, este encuentro ha dejado unos primeros frutos, al menos en el consenso, como el compromiso de una negociación en bloque para la consecución de vacunas para hacerle frente a la pandemia, una posición común respecto al Fondo Monetario Internacional y la constitución de un fondo para hacerle frente al cambio climático, entre otros.
Sin embargo, entre tantas consonancias, el tema de la OEA resultó muy espinoso. Aunque en el encuentro de Cancilleres de América Latina y el Caribe en julio pasado, el futuro de ese organismo interamericano se proyectaba como un punto fundamental de esta VI Cumbre de la CELAC, no fue parte de ninguno de los 44 puntos de acuerdo alcanzados.
Si bien la protagónica participación de Cuba constituye un valiente y simbólico espaldarazo del gobierno mexicano, las posiciones frente a las OEA no son las mismas, al menos en el discurso y en el actuar públicos. La propuesta de AMLO es reemplazar al obsoleto organismo por un nuevo marco que se mantenga de carácter interamericano con la participación de Estados Unidos y Canadá, por obvias razones. En cambio, la apuesta de Venezuela y Cuba es por la cooperación Sur-Sur sin más lacayos y por la desaparición de la desprestigiada OEA.
Para gobiernos como los centroamericanos cuyas economías dependen de la "cooperación" de los Estados Unidos o como el mexicano, socio estratégico del país de norte, el planteamiento bolivariano, aunque deseable no es viable, y difícilmente será la CELAC el espacio idóneo para dicha discusión en medio de las tensiones políticas. Además, la OEA comprende el único foro donde participan también Estados Unidos y Canadá.
La balanza se inclinaría más hacia el fortalecimiento de la CELAC como bloque económico con capacidad negociadora tal y como lo subrayó López Obrador, pero estamos bastante lejos en términos de integración regional como para emprender ese camino. Por ahora, el divisionismo y el afán de algunos gobiernos de lavarse la cara con otros de sus pares nos mantienen casi en el punto inicial y lejos de reactivar de forma duradera un mecanismo de concertación y acción, propio de América Latina.
Hasta ahora, aunque todos y todas coincidamos en el penoso e inútil papel de la OEA y Luis Almagro, no existe un diagnóstico formal sobre su estado y mucho menos una propuesta de reforma seria. Tal vez pueda ser México —al parecer sin Argentina—quien convoque y lidere dicho esfuerzo.
Daniela Pacheco
@DanielaPachecoM