La inesperada pérdida de MORENA en varias alcaldías de la Ciudad de México apuntó rápidamente a señalar una desbandada a la derecha de la clase media y hasta la construcción de una especie de Muro de Berlín entre el oriente y el poniente de la capital que nos divide entre ricos y pobres, patricios y plebes, educados e ignorantes, whitexicans y nacos. Mejor explicado por Lázaro Ríos como entre los que pagan impuestos, pura gente de bien a la que le gusta trabajar, y los que reciben subsidios, vagos acostumbrados a que les regalen todo.
Seguramente, fueron varios los que salieron motivados solo por su cochino clasismo a votar por los partidos que prometieron frenar a Morena. También habrá mucho de las campañas de desprestigio emprendidas contra las y los candidatas del oficialismo y el visible favoritismo de la oposición en los medios de comunicación. Y hasta uno que otro despistado buena ondita buscando una agenda progresista y feminista en el PAN y en el PRI, pero que en realidad son pseudoizquierdistas funcionales del neoliberalismo cuando les conviene.
Sin embargo, antes de lloverle en críticas y señalamientos a la gente por su aparente hipocresía al momento de ejercer su voto y de llenarse de autocomplacencias, es sana y necesaria una profunda autocrítica como movimiento y como gobierno en la Ciudad; desde la selección de las y los candidatos, que se pareció más a una carnicería interna que a un proceso realmente democrático, hasta la incapacidad de responder a las demandas de una clase media agobiada por los efectos económicos de la pandemia.
No podemos acostumbrarnos a la ya tradicional ausencia de autocrítica de nuestros líderes. Justamente otros, los de la oposición, supieron darles mejor lectura a los reclamos y sentimientos de la gente —aunque sea solo en el papel—, supieron darles aparente cauce y futuro a esas nuevas demandas, muchas de ellas no tan nuevas y más bien incumplidas por quienes ya gobiernan la ciudad. Que ellos y sus partidos sean unos sinvergüenzas es otra discusión, pero dejamos flancos abiertos en la gestión local, en la consolidación de la militancia, en el diálogo permanente con la gente que caracteriza al gobierno del presidente López Obrador, y que hoy nos cobra una factura carísima.
Hay que estar firmes para cuando las y los alcaldes de oposición comiencen a instalar su discurso de odio en la Ciudad y lluevan denuncias de la supuesta corrupción de sus antecesores.
Tampoco se trata, ni de cerca, de la catástrofe que nos quieren vender de una dizque pérdida de las elecciones intermedias, equiparándolas con lo sucedido en la Ciudad de México. Por donde se le mire, MORENA triunfó. ¿Cómo más se le llama a ganar 11 de 15 gubernaturas y a ser mayoría en la Cámara de Diputados? No dejemos que la oposición nos contagie con su falso triunfalismo que nos enceguece con bombos y platillos cuando avanza un paso, aunque siga noventa y nueve atrás.
Daniela Pacheco