Jalisco ha entregado al mundo contadores de historias y profesionales del cine que han traspasado fronteras. Las nuevas generaciones de cineastas, detrás de las glorias como Guillermo del Toro o Jaime Humberto Hermosillo, —impulsor del cine jalisciense— han sorprendido por su buena manufactura y talento. También Samuel Kishi Leopo, tapatío nacido en 1984, quien estudió Artes Audiovisuales en la UdeG y que ha logrado un lugar en el mundo cinematográfico por sus películas que exploran temas sociales, familiares y de identidad.
Kishi tiene ascendencia japonesa y china con una mezcla indígena mexicana, orígenes que, sin duda, ha influido en los temas que le interesan, pues sus historias son sobre migración, arraigo, desarraigo, soledad y separación; situaciones que ha ido abordando marcadamente desde su infancia y que lo convirtieron en cineasta.
Creció en el barrio de Atemajac, en medio de la colonia Seattle, de la Consti, por allá en el mercado de “Atema”, cómo él cuenta, desde sus primeros trabajos retratar el barrio fue su prioridad.
“Yo me acuerdo de chiquito ir caminando al templo de San Francisco y en frente estaba la Casa Wixárika, donde venían todos los huicholes-wixárikas a atenderse al Hospital Zoquipan”, relata, “convivir con la comunidad y caminar unas cuadras hasta la casa de ensayos de la Cuca; jugar fútbol en las canchitas por la Consti, eso de alguna manera fue alimentando mis obsesiones y las narrativas que quiero ir contando a lo largo de la vida”.
Su amor al cine se fue desarrollando, surgió la necesidad de contar sus historias de forma audiovisual y trabajarlas hasta crear piezas cinematográficas en las que desarrolló un estilo narrativo y visual distintivo.
“La semilla de las historias, de querer contarlas, se lo debo a mi mamá, cuando llegaba del trabajo siempre nos contaba historias a mis hermanos y a mí. Fui afortunado en encontrar el arte cinematográfico porque me encontré con un espacio de lenguaje que fue cómodo para mí”, sentencia.
Antes de entrar a la escuela de cine, trabajó en bodas, bautizos, 15 años, y cuando estaba aprendiendo el oficio, se encontró con un sitio donde impartían talleres de realización y el primero que tomó fue con el maestro Boris Goldenblank. Con él recibió su primera lección, la de la responsabilidad del artista, ¿por qué quieres contar lo que quieres contar?, y la importancia de retratar el mundo en el que vives.
Kishi, poco a poco, se inició en el mundo de los cortometrajes y nació “Maripepa”, que lo llevó a festivalear y encontrar respuestas en el cine.
En el año 2011 en Guadalajara se hacían muy pocas películas al año, pero pudo apoyarse en gente como Kenya Márquez, Rodolfo Guzmán o Pancho Rodríguez, quienes ya habían tenido esas experiencias y junto a un grupo de soñadores del séptimo arte se enfocaron en hacer “Somos Maripepa”, que se estrenó en el 2013.
La cinta tapatía empezó a ganar premios, tuvo nominaciones al premio Ariel y hasta se estrenó en la Cineteca Nacional, esto fue un escaparate que de alguna manera lo llevó a la antesala de Inna Payán quien, con su productora Animal de Luz, le hace una primera propuesta.
“Tengo un guión que me gustaría que dirigieras, me dijo, lo leí y no me gustó, no era un guión para mí, y se lo dije, y entonces le revelé que tenía un argumento”, cuenta nostálgico, y como pudo voló a la Ciudad de México, para relatarle el argumento que más tarde se convertiría en “Los Lobos”, su historia más emblemática hasta ahora, que habla de dos pequeños migrantes y su madre, quien a través de una vieja casetera, los motivó a construir un universo imaginario con dibujos.
“Filmamos en Albuquerque, Nuevo México y a la película le empieza a ir muy bien. Es seleccionada en el Festival de Cine de Berlín en la sección de Generation y gana dos premios importantes, el K Plus y el de Cine por la Paz; a partir de ahí empieza a ser seleccionada en cada festival que se va, que la van invitando, y me abrió completamente otro tipo de panorama”, generando así un puente de trabajo cinematográfico desde Guadalajara hasta Ciudad de México.
Gracias a una entrevista en épocas tras pandemia le propusieron ser Embajador de Buena Voluntad de ONU Migración y a partir de ahí no se detuvo, siguió escribiendo, creando y contando historias.
Codirigió la tercera temporada de “Soy Tu Fan” para la plataforma Star Plus de Disney Plus; más tarde dirigió seis episodios de la serie para Amazon Prime “Nadie Nos va a Extrañar”, la cual se convirtió en un fenómeno viral.
Realizó 12 episodios de una miniserie que se llama “Nadie Nos vio Partir”, para Netflix, que se filmó en Ciudad de México, Francia, Italia y Sudáfrica y se estrenó en enero de este año.
El tapatío reconoce que, en 2025, el cine en Jalisco tiene otra fisonomía.
“Ha crecido muchísimo, nos falta mucho, pero también se han tenido logros importantísimos, como el tener una comisión de filmaciones, una ley de filmaciones, los puentes que se han hecho con la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas… existen muchos esfuerzos y ahora encuentras de todo, se ha ido profesionalizando el talento tapatío”, señala, pues para Kishi “Jalisco tiene la semilla” y entiende muy bien qué es generar y capitalizar también con el arte.
“Hay muchas almas artísticas en Jalisco, en Guadalajara. El chiste es no quitar el dedo del renglón y continuar”, manifiesta el cineasta.
Entre sus trabajos en puerta está codirigiendo junto con Inna Payán la adaptación de “El Invencible Verano de Liliana”, de Cristina Rivera Garza, basada en el libro ganador del premio Pulitzer en la categoría de Memoria y Autobiografía.
Los proyectos se han ido apilando, pero hay uno que lo ilusiona de más, pues lo regresará a trabajar en Jalisco para filmar su tercer largometraje, se llama “Inmóvil”, es la historia de una hija que cuida de su madre y que se desarrollará en el Centro de Guadalajara y el barrio de Mezquitán.
Así que ya lo veremos, entre las calles tapatías creando nuevas historias que contar.