El triunfo de Américo Villarreal Anaya en Tamaulipas no sorprende. El médico logró conectar mejor con los ciudadanos, y si a eso se le suma el respaldo de ese monstruo de popularidad que es Andrés Manuel López Obrador, el morenista ya estaba del otro lado.
Hoy se perfila como el candidato a gobernador con más votos en la historia del estado y nos toca ver dos alternancias políticas en seis años.
Los factores de la victoria se fueron conjugando. Ya desde la antesala de esta elección -los comicios de 2021- se dejó ver un voto de castigo al PAN, que el domingo fue mayoritariamente ratificado.
Esa era la disyuntiva, cambio o continuismo, y la población apostó por un voto de confianza a la candidatura común afín a la 4T de AMLO. En medio de la polarización que impregna a la entidad, la balanza se inclina hacia el partido del Presidente.
Lejos quedaron aquellos tiempos en que la ciudadanía caía seducida por los vientos de cambio; esta vez no se arriesgó a un Tamaulipas con madre.
Claro es, también, que el PRI dejó de ser una alternativa política en el ánimo de los votantes y que el saldo de haber ido con el PAN a disputar la gubernatura es de pena ajena. No funcionó, se equivocaron; del PRD no tiene caso agregar nada.
Desafuero, la controversia
Un tema que ha abonado a la polarización, es precisamente el desafuero del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca. Para evitar incertidumbre jurídica y polarización en Tamaulipas, es necesario que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resuelva lo antes posible, nos decía el año pasado el abogado constitucionalista Francisco Burgoa.
Hizo notar que existe un mecanismo en el artículo 94 de la Constitución que dice que los juicios de amparo, controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad se van a sustanciar y resolver de manera prioritaria cuando el presidente de alguna de las cámaras o el Presidente de la República justifique la urgencia atendiendo al interés social. Es evidente que no echó mano de este instrumento para apurar la resolución. _
