muchos empezamos el 2021 a distancia de nuestros amados adultos mayores para evitar exponerlos a los riesgos de la pandemia y ahora, en víspera de recibir el 2022, la amenaza de variante ómicron acecha la salud pública y la economía.
No la desestimemos, la nueva cepa está rompiendo récords de contagios en grandes países que se han visto obligados a retomar medidas para evitar que la infección se salga de control. México no es inmune y no será la excepción.
No es para alarmarnos pero sí para ocuparnos. La buena noticia es que la OMS mantiene la esperanza de que se acabe la “fase aguda” de la pandemia en 2022.
Compartamos el optimismo de su director Tedros Adhanom Ghebreyesus, siendo responsables, porque de cada uno de nosotros depende el camino que seguirá la nueva variante, que es más contagiosa que delta pero más inofensiva, y por lo tanto, menos letal.
No nos confiemos. A estas alturas, a muchos urge aplicar la tercera dosis de vacunación, pero el proceso camina muy lento. Ojalá que tras las fiestas decembrinas se acelere el ritmo y no vuelvan a dejar a nuestros abuelitos para el último, como ocurrió con su primera inoculación, pese a que en Tampico y Madero siempre ha habido mayor riesgo de contagio.
Cuánta razón tienen quienes dicen que si después de esta crisis no somos mejores seres humanos, no habremos entendido nada de la pandemia.
Y no, no hemos aprendido, sigue habiendo bajeza humana e insensibilidad frente a la partida de familias enteras. Agradezcamos a Dios estar vivos y las bendiciones de salud y trabajo.
Empecemos desde nuestras trincheras por cambiar nuestra actitud indiferente hacia la enfermedad; todos conocemos personas que no se han vacunado por una u otra razón, ayudemos a convencerlos de aceptar la inyección. Muchos han dejado de usar cubrebocas y del gel antibacterial ni se acuerdan. Comercios y restaurantes ya no miden la temperatura corporal y nadie respeta la sana distancia. Si no nos cuidamos, nadie vendrá a hacerlo por nosotros. Es un tema de responsabilidad y de conciencia. _