Andrés Manuel López Obrador tiene una extraña prisa por autodesacreditarse.
Por su gusto, sin que nadie se lo pidiera y sin que fueran necesarios ambos asuntos, en apenas siete días el presidente podría tener otro gran descalabro político que no solo evidenciaría más su debilitamiento, sino que, por primera vez en la historia reciente de México, unifica y robustece a la oposición representada en la Cámara de Diputados y consolida un inusual respaldo y comunión de un gran segmento de la población con los legisladores antagónicos a la reforma eléctrica. Inédito.
Apenas el fin de semana pasado los mexicanos manifestaron un desaire descomunal -de más del 82 por ciento-a la convocatoria obradorista para la “ratificación” de mandato de AMLO.
La participación en las urnas, a pesar del acarreo, coacción y compra de votos, presiones a burócratas de gobiernos morenistas, amagos de retiro de becas o apoyos y hasta el gasto de millones de pesos en propaganda ilegal, fue de apenas 16.5 millones de ciudadanos (17.77 por ciento de quienes podían votar) y de ellos 15.1 millones votaron porque continúe en el cargo.
Esta cantidad quedó muy por abajo de los 21 millones de votos que obtuvo Morena y partidos coaligados en las elecciones federales del año pasado; es decir, la que querían fuera una contundente ratificación del líder se convirtió en un desmoronamiento del patriarca.
Por cierto, la consulta contra los expresidentes (en la que no hubo tanta coacción) captó 6.6 millones de votos mientras que la reciente revocación de mandato sumó 15.1 millones de apoyos, esto permite inferir que la diferencia, 8.5 millones de personas serían las acarreadas, la masa que todo el régimen puede manipular y que, aunque no son poca cosa, sí es una cantidad mucho menor a los 30.1 millones de votos de 2018, dato muy valioso con miras al 2024.
Mañana, justo a una semana del descalabro de la “ratificación”, López Obrador volverá a poner a prueba, innecesariamente, su fuerza, pero ahora en la Cámara de Diputados.
Si la llamada ley Bartlett es rechazada en la Cámara baja, este podría ser el segundo clavo del ataúd del obradorismo y segundo polín que apuntale a la oposición.
Celso Mariño