¿De qué serías capaz para conservar tu casa? ¿De separarte de tu pareja, de disolver una sociedad, de aplazar planes que tenías para el corto plazo, de simular un divorcio o reconciliarte con tu padrastro?
Algunas posturas similares pareciera que adopta el PRI con miras a las elecciones de 2023, y en particular por la del gobierno del Estado de México.
El interés político por el Edomex está muy por encima de los que pudiera representar solo su dirigente nacional Alejandro Moreno, al grado que perfiles de gran trayectoria dentro del tricolor, pero ligados con el ex presidente Peña Nieto y su grupo terminaron por sumarse a la alianza de facto con López Obrador y su propuesta de extender la participación del Ejército en labores de seguridad pública y esto a cambio de algo que estamos por ver.
Pactar solo impunidad para Moreno a cambio de apoyar la ampliación de la militarización de la seguridad en México resulta relativamente barato; esto no importa ni era moneda de cambio suficiente para todos los legisladores priistas, el Edomex sí.
Recordemos que el primer paso del “rompimiento” de la alianza opositora se dio con el destape unilateral hecho por el PAN de Enrique Vargas para la gubernatura del Edomex, lo que no despertó el mayor interés. El “tanteómetro” habló: la conveniencia política para el PRI es buscar solo, sin el PAN ni el PRD, su permanencia en el poder del Edomex aunque ello implique acercarse y hasta alinearse en algunos temas con Andrés Manuel López Obrador -y Alfredo del Mazo lo viene haciendo desde hace meses- porque, hasta ahora, está visto que el presidente privilegia sus compromisos políticos por encima de sus promesas de campaña.
Podrá olvidar y hasta cambiar de opinión sobre muchas promesas, pero nunca sobre sus pactos políticos.
El repentino “cambio” del PRI no se puede entender sin un acuerdo político del más alto nivel que no empieza ni termina con “Alito” ni solo en una votación del Congreso, sino que, indudablemente, atravesó el Atlántico.
Celso Mariño
