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Nanocuentos

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  • Celeste Ramírez

La construcción de los cuentos breves supone un desafío. Es un divertido ejercicio de escritura y redacción. Uno se divierte: proponiendo e imaginando situaciones literarias.

La narrativa o prosa breve exige la comprensión y la compresión; se le conoce de muchas maneras, entre ellas: cuento corto, minicuento, relato breve, cuento brevísimo o microrrelatos; incluso, haciendo eco de los poemas haiku, se les llega a conocer como relatos bonsái.

Hay quienes le llaman nanocuento. Uno de los grandes exponentes de este estilo literario ha sido el escritor hondureño Augusto Monterroso (1921-2003) y su famosa minificción, El dinosaurio: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.  Una estructura narrativa de hondo nivel estético que propicia un análisis metafórico diverso  (La aportación universal de Monterroso no ha sido superada).

“El dinosaurio” tiene un sinfín de lecturas y posibilidades; un relato abierto de apenas siete palabras para que el lector construya, imagine, vuelva a imaginar y, en su mente y creatividad, rehaga la ficción. La literatura permite la multiplicidad de lecturas, en reiteradas ocasiones este gran cuento se utiliza en nuestro país como crítica –y escarnio- al que fue un partido político hegemónico en el siglo pasado.

La construcción de los microcuentos permite una libertad absoluta, al expresar certera de las manías, filias y fobias con locuras y desamores, incluidos.

En su abismales pasajes subterráneos, el germen vital. 

Dejo algunos ejemplos de autoría:

- ¡Fuego, fuego! - Gritaron. Las llamas se alzaron como lenguas y brazos. El humo sacrificó sueños.

El armario vacío, triste. Los percheros en franca soledad. Había ocurrido una revolución: tu ausencia.

Los cristales de ese rascacielos frente a Central Park escondían la maltrecha relación de Josephine.

Al tercer día, vomitó magia. Bilis y magia, una terrible y negra combinación. La catástrofe.

El corazón de Fabricio semejaba un reino de fieras. Jamás superó la traición de Abdul.

Era de otra generación: una lectora obsesiva de historias de amor. Mi abuela fue feliz.

Sígueme. Mudo resplandor de una mirada, el espejo de la esquina esconde mil historias. Ven.

Estábamos felices. El campo de amapolas se reflejaba en el lago. Su cuerpo aún flotaba.

Ausente. Abrí los ojos. Volver sobre mis pasos. Reencontrarte. La acera de enfrente luce igual.

“Cuando desperté, él ya no estaba”.  Se acercan las fiestas de los difuntos.

Celeste Ramírez


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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