Joe Biden fue declarado presidente electo por el colegio electoral de Estados Unidos. Pero el presidente saliente (Trump) no ha concedido su derrota.
Para que la democracia sea eficaz es fundamental que la sociedad tenga confianza en que las elecciones son libres y justas. Cuestionar su integridad es sumamente grave. El presidente perdedor lo hizo (era previsible) pero fue secundado por el Partido Republicano. La Suprema Corte de Justicia, dominada por jueces conservadores, tres de ellos designados por el propio Trump, rechazó la semana pasada un intento de revertir las elecciones en cuatro estados, promovido por el gobierno de Texas y secundado por 17 estados más gobernados por Republicanos, y refrendado, escandalosamente, por 126 miembros del Congreso, todos ellos representantes del Partido Republicano. El New York Times comentó, en una editorial, el rechazo de Trump a conceder su derrota. “La concesión no tiene fuerza legal”, dijo, “pero tiene un valor considerable como una afirmación de que el proceso democrático es más importante que el resultado”. Esta es la manifestación más reciente de las tendencias antidemocráticas del Partido Republicano, que trabajó en favor de la supresión del voto, como lo muestran sus ataques al sistema de correos en un momento en que muchos pensaban votar así, por el miedo a la pandemia. “Tratar de nulificar votos ya emitidos es una extensión perversa pero lógica de esa estrategia”, añadió el New York Times. “Esto realmente no es ya solo el señor Trump, quien perdió, y cuya ruinosa administración terminará pronto. Esto es ahora la corrupción de un partido político cuyos líderes se guían por el miedo al señor Trump”. Hay solo un paso entre cuestionar la legitimidad de la victoria de Biden y poner en duda la legalidad de su gobierno. Los Republicanos están de hecho poniendo en entredicho la democracia de Estados Unidos. “Tienen hoy la ocasión de demostrar un poco del patriotismo que presumen”, termina la editorial del New York Times, “reuniendo el coraje para decir estas sencillas palabras: Felicidades, presidente electo Biden. Si no son capaces de hacer esto, ¿hacia dónde puede ir un partido que rechaza la democracia?”.
Para la democracia es crucial que los candidatos que pierdan acepten su derrota. El hecho de que esto no halla ocurrido es novedoso en Estados Unidos, pero no en México. En nuestro país, los candidatos que pierden no aceptan su derrota, empezando por el presidente López Obrador, quien, al no reconocer a Biden, fue de hecho un aliado de Trump. En 2006, López Obrador, tras decir que respetaría los resultados que diera a conocer el IFE (“porque en la democracia se gana o se pierde y hay que respetar la voluntad del pueblo”), no los respetó. Tampoco los respetó en 2012. Muchos de quienes votaron por él, por consiguiente, acabaron convencidos de que habían sido víctimas de un fraude (como ha sucedido ahora en Estados Unidos, con consecuencias imprevisibles). La concesión de la derrota es una pieza clave en todas las elecciones. Con ella concluye un proceso muy desgastante, que divide a los electores: la elección, y comienza otro proceso, también muy importante, que suma de nuevo a los ciudadanos tras la división: la formación de un gobierno para todos.
Investigador de la UNAM (Cialc)
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