Para entender un poco más la forma como se gobierna es importante tener en cuenta la confusión o la identificación del poder de sus titulares más que las funciones que debería realizar el aparato gubernamental.
El constitucionalista argentino Germán Bidart Campos en su libro El Poder explica que a los tres elementos clásicos del Estado (población, territorio y poder) se debe añadir
un cuarto elemento, el gobierno, pues el poder es una energía o fuerza cuya operatividad requiere del impulso y la puesta en acción por parte de hombres, ya que sin gobierno el poder sería como un motor a quien nadie podría poner en movimiento ni imprimir la energía que es capaz de desarrollar.
Toda vez que los titulares de poder o detentadores de poder (el verbo detentar debe tomarse en la acepción de tener, o poseer, u ocupar el poder) son personas es necesario diferenciar el poder del gobierno para no correr el riesgo de que quien gobierna se considere como dueño del poder y transmita al ejercicio del poder toda la carga personal o sectorial que es capaz de acumular, hasta el punto de convertir a sus adversarios personales o de partido en enemigos del Estado.
Señala Bidart que la idea y las técnicas de despersonalización del poder y de su institucionalización son útiles para que el elenco de titulares del poder que compone al gobierno no se unifique con el poder, y precisa que aun cuando esto puede parecer una sutiliza no lo es ya que el número de titulares de poder, sus competencias, su organización y sus relaciones derivan a uno de los temas más antiguos de la ciencia política, la forma de gobierno, dentro de la cual se incardina el del poder dividido o distribuido, y el del poder concentrado.
Más allá de la teoría y de que las constituciones incorporan la división tripartita del poder y los mecanismos de control que diseñó Montesquieu en el siglo XVIII, en muchos casos resulta más importante el modo como se ejerce el poder, sus características, los valores que pretende observar, el fin al que tiende, y muchas cosas más que dependen en buena medida de cómo son y de lo que hacen los gobernantes.
Los gobernantes como personas son susceptibles de todas las virtudes y todos los defectos propios de los seres humanos, de ahí que cada titular del poder tiende a imponer su “estilo personal de gobernar”.
La historia nos dice que ese estilo personal de gobernar puede llegar a tener más consecuencias -positivas o funestas- que el normal ejercicio de las atribuciones constitucionales y legales, y aunque para imponer ese estilo las características personales son determinantes, es necesario contar con un sólido respaldo legislativo, y aún más, que la docilidad de los legisladores sea tan ilimitada como las ambiciones de los titulares del poder.
López Obrador se caracteriza por su discurso demagogo y repetitivo, asidua presencia en los medios, modo sencillo de vida, preocupación por la pobreza, un ritmo frenético de actividades, su forma obcecada de ser, su visión simplista de la realidad compleja, su manifiesta intolerancia y el excesivo culto a su personalidad definen un estilo autoritario, características a las que hay que agregar una mayoría parlamentaria que no solo apoya sus decisiones políticas sino que es obsecuente con sus caprichos personales, de ahí la incertidumbre que genera y la duda si en ese estilo de gobernar prevalecerá la prudencia o la iracundia.
Trump ganó con menos votación ciudadana, perdió la mayoría en la Cámara de Representantes, su relación con Rusia, mentir a la justicia y lo turbio de sus finanzas son investigaciones en curso, y las presiones para que renuncie, sea destituido o procesado penalmente crecen cada día, su situación es parecida a la de Nixon quien renunció antes de ser destituido, ¿podrá terminar el 2019 como presidente?
Daniel Ortega es un dictador que se ha perpetuado en la presidencia de Nicaragua acompañado por su esposa como vicepresidenta, pareja que ha reprimido brutalmente a la disidencia, cientos de personas han sido asesinadas, han confiscado bienes de opositores, cerrado medios de comunicación y han expulsado delegaciones de organismos internacionales ante la impotencia del pueblo y de la comunidad mundial para frenar esas atrocidades.
El cinco años como presidente Maduro ha logrado que 4´700,000 venezolanos abandonaran su patria, que la mayoría viva en una pobreza dramática, ha cerrado 9 canales de TV, 65 emisoras de radio y 15 diarios, ha encarcelado y reprimido a miles de opositores, la Asamblea Nacional emanada de una elección democrática fue sustituida, y compite para reemplazar a Cuba como la dictadura más feroz.
Estos ejemplos tienen algo en común, los titulares ejercen el poder a título de dueños y entienden el gobierno como algo personal no como una acción compartida.
El poder y sus titulares
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Carlos A. Sepúlveda Valle
Jalisco /