Política

Democracia de apropiación

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  • Democracia de apropiación
  • Carlos A. Sepúlveda Valle

Una de las figuras más relevantes del pensamiento político, Pierre Rosanvallon, ha publicado cuatro libros sobre la mutación de las democracias contemporáneas, en su obra El buen gobierno analiza la problemática historia del poder ejecutivo; la presidencialización de las democracias; la democracia de apropiación (en el que expone la relación gobernados-gobernantes); y la democracia de confianza.

Al referirse a la relación entre gobernados y gobernantes parte de la tesis que hoy no hay teoría democrática de la acción gubernamental, y afirma, jamás ha habido una verdadera teoría del gobierno a secas, aun cuando lo que llamamos “poder ejecutivo” siempre existió, quienes lo ejercían lo aprehendían como una tarea práctica ya que sus titulares tenían que saber hacerse obedecer, transmitir impulsos, canalizar descontentos, administrar relaciones de fuerza, eliminar rivales.

El gobierno era para ellos un arte del manejo de la fuerza, la astucia, la seducción para conquistar una posición y conservarla, y que una teoría no les era de ninguna utilidad ya que la experiencia del mando de los hombres y el manejo de las mentes bastaba para guiarlos en esas tareas, así como los consejos de quienes habían observado junto a los poderosos las condiciones de sus éxitos y sus fracasos.

Sin embargo, una literatura práctica sobre sobre el ejercicio del poder, redactada para uso de los amos, no tardó en hacerse eco de esa vida práctica, el pensamiento clásico de la razón de Estado se expresa en los escritos de Maquiavelo y Commynes en el siglo XVI, y lo que Rosanvallon denomina “la razón de los amos” la explica citando a Jean Bodin quien en su obra Los seis libros de la República (publicada en 1576) había dado una respuesta constitucional a esa fragilidad con su teoría de la soberanía estatal, idea de soberanía que no podía bastar para resolver en la práctica la cuestión del mando y la obediencia.

Ese tipo de dominación al que remitían los teóricos de la razón de Estado pretendía encontrar allí una legitimación complementaria de orden sociológico por el hecho de que se aprehendía al pueblo como populacho, masa sometida a sus pasiones más inmediatas, pero que al mismo tiempo era necesario y justo gobernar de la manera que ellos anhelaban.

Más tarde, el sufragio universal no hizo sino reforzar el sentimiento de precariedad del poder en los gobernantes quienes ahora estarían obligados a mostrase como servidores del nuevo amo, se instauraría entonces un divorcio entre el tiempo del discurso electoral, marcado por un imperativo de seducción y proximidad con el pueblo, y el de la acción gubernamental, apoyada en las viejas recetas de la conservación del poder y la manipulación del número, así surge la era de la seducción y la manipulación, y en lo sucesivo un arte de seducción metódicamente elaborado por expertos en comunicación, arte que se despliega y encuentra su consumación en las campañas electorales.

Si las instituciones representativas o las modalidades de participación lograron evolucionar y fortalecerse desde las revoluciones fundacionales de la modernidad política, el arte de gobernar se mantuvo tan extraordinariamente estacionario como primitivo, son siempre las mismas recetas, los mismos subterfugios, los mismos elementos de lenguaje los que guían la conducta de gobernantes obsesionados por la conservación de su poder, y el advenimiento de la era mediática y electrónica no hizo sino multiplicar los instrumentos de manipulación.

Para este autor los ciudadanos no sueñan con la democracia directa, en el sentido más técnico de la expresión, aunque desean que en ocasiones puedan organizarse referendos sobre cuestiones específicas, lo que quieren son gobernantes que hagan su trabajo con competencia y dedicación y tengan la inquietud prioritaria de servir al interés general y no a su carrera… y detestan que los hombres y mujeres de la política se comporten ante todo como representantes de sus partidos.

Rosanvallon establece que de esta realidad surge la necesidad de pensar la relación gobernados-gobernantes, y en consecuencia, hay que dedicarse a describir las figuras de esa relación para definir la calidad democrática de un gobierno.

Distingue tres figuras de esa relación: legibilidad: que se conozca y se pueda acceder a lo que hace el gobierno; responsabilidad: “pasivo que viene a equilibrar el activo de tanto poder”, introduce la idea de una deuda frente a los mandantes; y responsividad: que exista una verdadera democracia de expresión e interacción que ligue de manera permanente y dinámica a gobernantes y gobernados. Estas tres figuras definen los perfiles de una democracia de apropiación.

Las decisiones y la forma de comunicarlas demuestran que AMLO es un claro ejemplo de político autoritario que no tomará en cuenta ninguna teoría democrática de la acción gubernamental, y que el ejercicio del gobierno es un arte del manejo de la fuerza, de la astucia y la seducción.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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