Es curioso, pero un gobierno tan obsesionado con otro gobierno del pasado, que según ellos les robó la Presidencia en 2006, ha seguido la política pública más famosa y destructiva de aquel gobierno.
Desde aquel diciembre de 2006, cuando el presidente Felipe Calderón tomó la decisión de lanzar al Ejército a las calles para librar la guerra contra las drogas, el país se ha sumergido en niveles de violencia, muerte, disputas territoriales y crimen que se desprende de las organizaciones de tráfico que marcan cada día, cada semana, cada año la vida en muchas regiones del país.
Pero es éste, eso también ahora lo tenemos bastante claro, un gobierno muy conservador respecto a, por ejemplo, las drogas en general. De ahí que con sus mayorías no hayan podido regular el uso de la mariguana aun con órdenes directas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Basta escuchar los anuncios de la Conadic que inundan la radio, sobre todo cada fin de semana, o los muy pocos recursos que se dan para tratar y prevenir las adicciones.
Y basta, por supuesto, ver la institucionalización del Ejército convertido en Guardia Nacional para combatir a los grupos delincuenciales.
Quince años de fracasos no los ha desviado de, en el fondo y en la superficie, la misma política que el sexenio que detestan. Tal vez tiene que ver con las presiones estadunidenses que se resisten a intervenir de manera racional y más efectiva —veamos muchos países europeos— en su enorme problema de adicción. Pero algo hay de voluntad propia, de ay qué horror eso de las drogas. Pero pues sí, algunas personas por lo demás normales y funcionales se drogan… o se toman un vino.
Y como la guerra de Calderón fue de Peña y ahora es de López Obrador, ayer que se dio a conocer el Índice Global de Políticas sobre Drogas, pues no nos fue, como país, nada bien.
La militarización, el encarcelamiento como única política, las violaciones a derechos humanos, la práctica de reclusión forzada en centros de tratamiento…y toda esta política, como lo señaló ayer MUCD, “tiene un impacto desproporcionado en determinados grupos étnicos, personas de bajo nivel socioeconómico y en las mujeres”.
Además, pues nada ha hecho para reducir el consumo —aún bajo, pero creciendo— de drogas en el país.
El fracaso, también, de la visión conservadora sobre el uso. El triunfo del calderonismo, pues.
@puigcarlos