El huracán Otis ha devastado Acapulco; las imágenes, los reportes, lo que aún no sabemos y que iremos descubriendo conforme pasan las horas y los días pinta una escena trágica en una ciudad, en una región que no estaba, ni por mucho, en un buen momento.
Hace un rato que Guerrero es un estado en desgobierno, en el que el crimen, la violencia, la apropiación territorial de parte de grupos criminales lo hacía un foco rojo en el país.
Ahí donde hace unos años desaparecieron 43 jóvenes a la vista de todas las instituciones políticas y de seguridad de todos los niveles, ahí donde en los últimos meses y años los crímenes no paran. La entidad donde en septiembre asesinaron a un delegado de la Fiscalía General, donde un grupo se llevó a una agente del Ministerio Público, donde asesinaron a un primo político de la gobernadora, donde ejecutan empresarios en la autopista, donde las alcaldesas se juntan con líderes de grupos delictivos, el estado en el que la disputa por el negocio del transporte público acumula violencia y muertos. El primer semestre de 2023 acumuló más homicidios que los tres años anteriores.
Mientras el presidente López Obrador intentaba llegar a Acapulco —provocando las imágenes que todo mundo vio y comentó— nadie sabía dónde andaba la gobernadora, ya no digamos la presidenta municipal del puerto devastado. Una llamada telefónica en la mañanera del jueves, eso fue lo primero que de ella se supo.
Mal haríamos en poner todo el peso de la responsabilidad de lo que en estos tiempos sucede en Guerrero en el gobierno actual, o los gobiernos actuales, pero lo que queda claro es que las cosas siempre pueden empeorar.
La llegada de la gobernadora Salgado a la titularidad del Ejecutivo estatal fue producto de un berrinche del Presidente frente a una decisión del INE que, como el propio López Obrador ha comentado más de una vez, fue el inicio de su agria relación con el instituto. Las consecuencias las vienen pagando los guerrerenses hace unos años. Y las consecuencias serán aún mayores.
Todo esfuerzo de reconstrucción, de rehabilitación, viene cargado de dinero. ¿Quién se lo quedará en un estado donde buena parte de los mercados —comida, construcción, transporte— está en manos de grupos delincuenciales y sus asociados en los gobiernos?
La tragedia apenas se asoma porque, sí, las cosas siempre pueden empeorar.