Hoy el fiscal del distrito Este de Nueva York y la defensa de Genaro García Luna harán frente al jurado sus argumentos finales. Terminado eso, el juez dará instrucciones precisas a los doce estadunidenses que se irán a reunir en una habitación para discutir si declaran culpable o no culpable al ex secretario de Seguridad Pública mexicano de cada uno de los cargos en su contra. El jurado presentará el resultado de esas deliberaciones frente al juez y el destino de García Luna quedará marcado.
Han sido múltiples testimonios, en su mayoría de delincuentes confesos y sancionados, que han pintado un sistema de investigación y persecución criminal hecho trizas, corrupto e inútil en tiempos en que se suponía era la prioridad del Estado mexicano. De un sistema político enredado con los cárteles.

No tiene uno que creer todo lo que ahí se dijo o en particular las declaraciones contra García Luna, pero aun así el panorama es el que es, muchos embarrados. El arresto y juicio de García Luna, cualquiera que sea el veredicto, será un triunfo para la narrativa del Presidente. Aquellos son los malos y todo gracias a Calderón, su obsesión furiosa. Y ya.
Y ese es el problema.
No es poca cosa que el ex encargado de la seguridad de un país sea juzgado por hacer exactamente lo contrario y con corrupción, si creemos lo que hemos escuchado. En cualquier país esto tendría que llevar a una revisión de toda la estructura de investigación, persecución y procuración de justicia. A la manera en que se vigila la honestidad de policías, investigadores, fiscales, jueces. ¿Algo así sucederá? No. ¿Algo nos asegura que hoy en la Guardia Nacional o la FGR no exista uno como el García Luna descrito en el juicio? No. ¿Alguien entenderá que todo esto sucede porque hay una prohibición sobre un grupo de sustancias —muchas legales en otras partes del mundo— que han producido el mayor negocio criminal del último medio siglo? No.
En estas semanas no he dejado de pensar que esos personajes que confesaron matar a cien o a diez, torturar a uno o a mil, corromper a uno o a cincuenta, extorsionar a todos… ellos en unos dos o tres o, los menos afortunados, diez años andarán libres —algunos ya lo están— y en este tiempo sus hermanos, amigos, padres, compadres han seguido haciendo buen dinero del negocio prohibido.
Y que en ese tiempo México andará más o menos igual de jodido en ese tema que hace quince años y hoy. ¿Para qué sirvió tanto show?
Carlos Puig
@puigcarlos