En un hecho que no se había visto hace más de un siglo, el Partido Republicano, que ganó la mayoría en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, entró en crisis con la elección de quién debería ser el presidente de la Cámara, posición fundamental para que opere ese brazo del poder legislativo.
La estrecha mayoría obtenida en las elecciones de noviembre ha permitido que un pequeño grupo de ultras de la derecha obstaculizaran lo que por décadas había sido normal. Vale la pena resaltar esta parte, el lío no fue por el enfrentamiento de dos candidatos queriéndose hacer de la misma posición, sino del desprecio de una veintena de congresistas electos por quien se propuso como líder. Es más, en la protesta votaron por un congresista que votó por aquel a quienes los rebeldes desprecian.
La crisis refleja un partido sin liderazgo, sin agenda legislativa común y sin visión del país que quieren.
Signo de los tiempos y no solamente en Estados Unidos, el Partido Republicano hoy parece haberse entregado a un solo hombre, Donald Trump, abandonado muchos de sus postulados y causas históricas con tal de acceder al poder hace seis años, poder que se les había negado desde la llegada de Barack Obama. Es cierto también que los primeros signos de ruptura ya estaban ahí hace algunos años con la formación de grupos como el “Tea Party”, pero nada fue tan importante como el trumpismo y la llegada de las ultras derechas a posiciones clave en algunos estados, ciudades y ahora a la Cámara de Representantes.
El líder despreciado por sus supuestos compañeros de partido es un buen ejemplo de la destrucción de identidad en el partido. Kevin McCarthy ha querido jugar todos los bandos, haciéndose pasar por un leal trumpista que después fue descubierto como un traidor al ex presidente y que ha querido, sin principios, colarse al liderazgo republicano. Pero no es eso lo que el grupo rebelde le reclama, sino que quieren debilitar el liderazgo de la Cámara para darle mayor poder a pequeñas fracciones dentro del partido. El mismo Trump hizo un llamado a los congresistas en rebeldía a votar por McCarthy, pero ni eso funcionó. Lo dicho: ya no hay liderazgo.
A la hora de mandar este texto a la redacción aún no estaba claro cómo solucionarían el entuerto. Una cosa estaba y está clara: el Partido Republicano está en muy serios problemas rumbo al futuro.
Carlos Puig
@puigcarlos