No habrá mayor paradoja en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador que este final de gobierno enfrentado con los estudiantes actuales y las familias de los que fueron víctimas de la trágica noche de Iguala cuando desaparecieron 43 jóvenes.
Eso creo que era difícil, si no imposible de imaginar hace cinco años.
Aquella noche fue el muy temprano comienzo del fin del sexenio pasado, cuando el gobierno federal se enredó de tal manera que no logró, ya no digamos solucionar las claves del caso, sino llevar a prisión con evidencias suficientes y ordenadas a los responsables y, por supuesto, localizar a los jóvenes.
El caso se convirtió en símbolo de un gobierno desastroso. Y la casa blanca completó aquel cuadro con el que el gobierno de Enrique Peña Nieto tuvo que cargar un buen tramo de su sexenio.
El presidente López Obrador y quienes lo acompañaron en campaña, transición y al principio de su gobierno lo tenían claro. En aquel verano del 2018 se hicieron foros convocados por el gobierno electo para hablar de justicia transicional, que incluía el caso de los estudiantes, pero muy pronto ya en Palacio Nacional el Presidente tomó la decisión de que los esfuerzos de la Secretaría de Gobernación y la Fiscalía se centrarían en reinvestigar aquella noche y los días posteriores, así como la actuación de la procuraduría de Peña. Así se los informó la entonces secretaria de Gobernación y a quienes estaban trabajando en el más amplio proyecto de Justicia, Verdad y Memoria.
Regresó el GIEI, se armó la Comisión bajo Encinas y una fiscalía especial.
Es cierto que lo que se encontraron era un batidillo judicial, político y de esclarecimiento de la verdad; pero eso se sabía.
Se quisieron arropar en aquellas frases: “verdad histórica”, “crímen de Estado” y quisieron abarcar tanto que no lograron demasiado. Se toparon con el Ejército, con el Cisen hoy CNI; decidieron hacer testigos protegidos y consentidos a criminales que después los abandonaron.
Quisieron dividir al grupo de padres y han terminado enfrentados.
Los eventos de los últimos días han vuelto a prender una mecha que el gobierno había priorizado apagar para siempre. Y seguirá prendida después de junio y de octubre. Las candidatas deberían pensar qué harán.