Cultura

Razones de ser

Habíamos terminado un programa de radio y mis invitadas y un servidor cotorreábamos de lo lindo. Una de ellas soltó sin más la madre de todas las preguntas: “Oye, Carlos, y a ti siempre te gustó la radio”. Ahí fue cuando, cual gordo en tobogán me dejé ir y comencé a platicar cómo fue que nació el locutor en el que acabé convertido.

“Sí”, le contesté a mi invitada,” siempre me gustó, de hecho, cuando era adolescente hacía radio con mi mejor amigo. En una aparatejo de casa presentábamos canciones y le hacíamos al cuento”. “Qué padre”, me dijo, “siempre que pasaba frente a la estación de radio me decía que ojalá un día pudiera tener un programa de radio y mira, acabé saliendo en uno”.

La conversación siguió alrededor de las cosas que realizamos de niños y que terminan por trazar la línea de lo que más tarde sucedería con ese ser humano. Otra de mis invitadas contó que se había vuelto contadora pública gracias al influjo paterno, y aunque es verdad que lo que se vive a edad temprana posee la contundencia para determinar el resto de los días, también me parece muy cierto aquello de que infancia es destino.

Hay un lugar común que sostiene que cuando uno encuentra una labor que ama, jamás se va a volver a considerar trabajo. Esto desde la óptica, claro está, de qué trabajar pueda ser visto como un compromiso de esos que pesan, como una obligación y no como el privilegio de estar facultado para hacer algo medianamente competente, lo que redunda en la satisfacción de saberse en el lugar y en el momento correctos.

Existe otro sitio menos común y menos odioso que señala relación causal, más que la casual, de las cosas que ocurren en la vida. Estoy cierto que esas causas han sido determinantes en la vida de las personas y este fulano que cuenta no es la excepción.

Sobre todo, porque llevo varios días con una tonadita en la cabeza luego de aquella conversación con mis invitadas, y que ha terminado por encontrar sentido alrededor de la palabra vocación, que proviniendo de la raíz etimológica vocare implica escuchar la voz de Dios. Es decir, haber sabido comprender para qué se pisa este mundo.

Los iniciados en asuntos de la mente cuentan que el efecto se denomina gusano auditivo. Pues bien, la canción que me ronda a últimas fechas es de KT Tunstall y se llama Suddeny I see. Su contundencia es fabulosa, sobre todo en los versos que conforman el coro, lo que lleva a entender el poder del destino y sus consecuencias: “De pronto veo que esto es lo que quiero ser, de pronto veo por qué diablos significa tanto para mí”.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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