Era una mañana de lunes en la radio cuando uno de mis colegas comentó que me habían llamado por teléfono un par de días atrás. “Te habló esta persona y dejó el número para que le marques” sostuvo, al tiempo que me daba un papelito en el que se leía una serie de dígitos y arriba un nombre que no sólo me resultó familiar, sino que convocó la sorpresa.
“¿De verdad habló ella?”, pregunté. “Sí, pero cuando te busqué ya te habías ido”, contestó aquel ser causante del mensaje que me hizo el día. Devolví la llamada inmediatamente y una voz femenina que respondió con amabilidad me contó la razón de su búsqueda un sábado al mediodía.
Resulta que en el tránsito de Ciudad de México a Valle de Bravo mi interlocutora iba sintonizando la frecuencia modulada en su auto y la señal del dial se posó en Radio Mexiquense, para ser más precisos en Sabadabadú, el programa de complacencias musicales que conducía por entonces este fulano que seguía atento la historia de mi inesperada radioescucha.
“Iba en la carretera y de pronto sonó una canción que hablaba sobre una lombriz y quise saber de quién era, pero como ya no mencionaste el dato, por eso te marqué”, me dijo. Luego te agradecer el detalle le conté que se trataba del grupo Monedita de Oro y el tema era Panza y lombriz. Conversamos algunos minutos más, me agradeció que le hubiera llamado y colgamos.
Se trataba de Lynn Fainchtein, la responsable de la selección musical de piezas emblemáticas de González Iñárritu, como Birdman y The Revenant; o de Roma, de Cuarón, además de otras muchas producciones. Eso sin dejar de mencionar que fue parte del grupo que en los ochenta configuró una radio con personajes que contaran historias a toda una generación, y que sentó las bases de lo que sonaría los años siguientes.
En su llamada Lynn me platicó que en sus trayectos en el auto solía ir oyendo radios de otros sitios para conocer más de la música que ahí se tocaba. Y cuando le dio por sintonizar la radio púbica de Estado de México, se encontró con la historia de una entrañable amistad entre dos seres que de tan cercanos podrían ser un estómago y un gusano. Ahora que son tiempos “shazamescos”, donde no hacen falta llamadas para preguntar al locutor el nombre de la rola, justo cuando tenemos a la mano la fuente sonora más grande en la historia de la humanidad, sucede que Lynn ha dejado este mundo y con su ausencia queda el hueco de las bandas sonoras que ya no tendremos.
Afortunadamente restan los trabajos y las canciones que gracias a ella se colocaron en la memoria colectiva. Pienso en ello mientras vuelvo de mis pasos con esa anécdota de lunes en la que un recado apeló a la capacidad de sorpresa, mientras refrendaba la voluntad por seguir escuchando.