La historia moderna bien podría dividirse en la época previa a los discos físicos y la posterior a ellos. Digo esto porque a pesar de que los criterios que refieren el consumo musical siguen presentes en torno al formato digital, la posibilidad de tener en las manos un disco contante y sonante solía representar el éxito con el cual se medía a un artista y que daba una idea de la estatura de la estrella en cuestión.
Cómo olvidar los tiempos en que con bombo y platillo se celebraba a un artista con la entrega de reconocimientos en forma de discos de oro, platino o diamante y que daba fe de la capacidad para vender del susodicho. En medio de tantas listas uno acababa dándose cuenta de qué discos más valía considerar y a qué artista acudir si uno pretendía ostentarse como iniciado en las artes fonográficas.
Las referencias más conocidas corresponden al total de todos los tiempos en ventas en torno al rock pop en la lengua de Shakespeare. Ello me vino a la mente luego de recordar la banda sonora de la película El guardaespaldas. Resulta que me encontraba retozando frente a la televisión en plan zapping, sin pretender en absoluto recalar en algún canal, cuando aquella historia protagonizada por Kevin Costner y Whitney Houston apareció en la pantalla.
Entonces terminé por preguntarme sobre la eficacia del material interpretado por la morena malograda, a quien, si bien talento para la música no le faltaba, sí representaba un hito al haber conseguido colocarse en una envidiable posición de la lista de discos más adquiridos. Más aun, dando vida a un soundtrack que de forma inesperada se volvió significativo en la historia de la música y el cine populares, y trayendo consigo millonarios dividendos.
Una cosa llevó a la otra y acabé revisando la mentada lista con la sorpresa como constante, dada la persistencia de los datos, los sospechosos comunes y, supongo, la vocación popular por la nostalgia del formato físico. El primer sitio de los más vendidos del siglo XX lo ocupa, por cuarta década consecutiva, Thriller, de Michael Jackson, seguido de Back in black, de los australianos AC/DC y, complementando los tres primeros, el original motion picture soundtrack de The bodyguard, razón de todo este cuestionable desliz reflexivo.
De ahí a The dark side of the Moon, de Pink Floyd, y Their greatest hits, de Eagles, medió sólo un instante, tiempo se sobra para caer en cuenta que, a pesar del desuso del formato en el gran público, la persistencia en la memoria sigue siendo útil y años después de los lanzamientos que pueblan la lista su eficacia como herramienta de mercadeo es más que comprobable.