Cultura

Funando Ando

Llevaba una semana de inquietud. Pasaba las horas en una suerte de obstinación pasiva, de esas que se asoman cuando hay estrés. La proximidad de los conciertos de Joaquín Sabina en México me había hecho mella. Sobre todo, no haber podido enterarme a tiempo para adquirir un boleto. Y aunque tenía claro que faltaban ocho meses para ello, además de que se abrirían más fechas, justo eso alimentaba un espíritu de por sí proclive a las manías.

En cuanto supe que había fechas y boletos disponibles entré en pánico, comencé a correr en círculos y enfilé mis huesos hasta el local donde suponía iba a adquirir el mentado acceso. Ahí descubrí que hay gente que no entiende que no entiende. Una fila de unos diez parroquianos atestaba la taquilla de Ticketmaster en Galerías Metepec, inusual para un domingo a las siete de la noche. “¡Castá pasandaaa!”, me dije, yo que suelo mostrar perspicacia a la menor provocación.

Mientras una dependienta con tacto de zarigüeya daba a entender que ya no había fichas para comprar los “boletucos”, en plan de joder le preguntaba si primero había que formarse para sacar ficha y luego volver a formarse para, ahora sí, adquirir las entradas a lo que fuera que uno buscara. Como me quedaba claro que, ante la reciente mala reputación que ha adquirido la boletera, los empleados no iban a darle una mano haciendo fácil la atención al cliente, decidí dar media vuelta e irme.

Por eso a la raza le da por cancelarlos, por gandallas y cretinos. Funar es el neologismo que se ha puesto de moda ante la necesidad de hacer evidente la inutilidad de alguien o de algo. Surge del videojuego Among us, en el que se saca a relucir a alguien falso, y es una suerte de chilenismo cuya raíz alude a lo podrido o que se está echando a perder.

A últimas fechas los impresentables de Ventaneando corrieron el riesgo de ser funados, luego de comentarios sobre la obesidad de la cantante Yuridia. La misma sombra del funambulismo (en este caso como arte de caminar por la cuerda floja de lo socialmente incorrecto), ha puesto en la discusión a Adrián Marcelo, un influencer cuyo pernicioso ejemplo gordofóbico no debería trascender la virtualidad.

En plena época de “funaciones” ya deberían estar poniendo sus barbas a remojar el Escorpión Dorado, por aquello de las entrevistas a modo, así como Luisito Comunica y el chef Aquiles (brinco), con sus chundos videos en favor del (ch)AIFA. La lección de vida para los afectos a las redes sociales es imperdible: Hay que dejar de hacer famosa a gente estúpida. Por cierto, si alguien estaba con el pendiente, luego de recorrer la ciudad pude hacerme de una entrada para ver al tal Joaquín. Y sin zarandas de por medio.

Carlos Gutiérrez

[email protected]

@fulanoaustral


Google news logo
Síguenos en
Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.