Cultura

Cautivados y cautivos

Una de las ventajas de la proliferación de medios digitales es el desplazamiento que están haciendo sus consumidores de la televisión, al menos en la forma en que le conocimos. Ese medio vetusto, de formatos desgastados, tildado como caja idiota en la época en que se fabricaba un armatoste que contenía sus componentes, y por sus nada presumibles alcances temáticos y de producción de contenidos, está viendo sus últimos días ante la agónica desesperación de quienes pensaron que sobreviviría al internet.

Y no es que la estela del medio se haya apagado, más bien va extinguiéndose ante el abandono del gran público que ha crecido y va encontrando recursos que se ajustan mejor al ritmo de vida de las nuevas generaciones. Porque aun cuando sigue habiendo una gran audiencia, no se puede comparar con los ratings de hace años en los que el propio medio marcaba tendencia y dictaba agenda. Hoy son los televidentes más adultos quienes conforman el mercado cautivo, por más que se ensayen esfuerzos para los ojos noveles.

De la mano de la extinción de la tele van consolidándose nuevas fuentes de entretenimiento dinámicas y emergentes, y en cuya brevedad reside quizá una de sus mayores de sus fortalezas. En ella y en la riqueza temática que habla de todo y nada a la vez. Pero también se aprecian recursos donde practicar narrativas impensables en la rítmica televisiva.

Lo curioso es que, en tiempos en los que se antoja activa y poderosa la función del espectador, por cuanto valor ha adquirido a punta de likes y engagements, menos interactiva resulta la experiencia. Y los casos pululan por doquier. Chavales que se embeben viendo a otros que, embebidos en videojuegos, les cuentan el relato que están “protagonizando”. Historias en video con finales alternativos que pueden ser elegidos por el espectador, (aunque se trate de tres opciones proporcionadas por la producción y no haya mayor margen de maniobra).

Videos en YouTube sobre temas culinarios, en los cuales se recrea la mirada (y la glándulas salivales) cuando los protagonistas hincan el diente a platillos suculentos, al tiempo que proponen una cartografía del paladar, con independencia de si saben del tema gastronómico o son simples tragaldabas del oportunismo. Reels de TikTok con sujetos haciendo malabares, desapareciendo cosas, apareciendo otras; mujeres que se “arreglan” en un dos por tres, mientras modelan trapos con looks aspiracionistas y poses sugerentes.

Hasta aspirantes a influentes que acuden al lip sync para simular decir diálogos que alguien más grabó. En fin, toda una cultura del consumo mediático digital que trae consigo modelos de “interacción”, por decir lo menos, peculiares. Quién iba a decir que en la agonía de doña tele se iban a aparecer tantos zopilotes para hacerse de los públicos que nunca iba a tener.

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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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