Uno pensaría que luego de la exhibición ofrecida en el mundial de Qatar quedarían zanjadas algunas cosas. Entre ellas que en pleno siglo XXI los derechos humanos en algunas partes del mundo siguen valiendo poco o nada, que una sociedad bien organizada puede edificar un emporio en las mismísimas arenas del desierto y que se puede disfrutar del pambol sin necesidad de estar embotado en alcohol.
Lo curioso es que dentro de los temas derivados de esta encerrona de casi un mes de balompié sigue estando presente una discusión que no por bizantina deja de llamar ser llamativa. Habiendo cosas mucho más importantes dentro de lo poco importante que puede resultar este deporte, se sigue escuchando por aquí y por allá el dilema de quién es el jugador de fútbol más grande de todos los tiempos.
Hay una perorata fomentada entre otros por los loros de la televisión, que en su carácter de matraqueros del vigor aplauden los logros de quienes juzgan pueden ostentar el título del “Goat”, acróstico en inglés de The greatest of all time. Los clásicos señalan a Pelé como el indicado para guiar a la pléyade de golpeadores de balón; los entusiastas de la modernidad sostienen que es Maradona el poseedor de tal título, y los aficionados al mileniato dejan en Lionel Messi esa distinción.
Nada como un entramado ocioso para seguir entreteniendo a la porra, nada como preferencias subjetivas e incluso criterios basados en datos duros para demostrar que la trivialidad sigue siendo la más superior de las preocupaciones. Supongo que a “O’Rei”, al de Rosario y, por supuesto, al barrilete cósmico en el más allá, les debe dar lo mismo el entuerto de Fifas, pamboleros de moda y entusiastas repentinos.
Sería fantástico que ahora que los tres nombres vuelven a estar en la agenda deportiva, pudiéramos darnos la oportunidad de celebrar las hazañas de cada uno mirando en video en sus lances con el balón, sea en blanco y negro, a punta de pixeles o en alta definición. Mucho bien nos haríamos como sociedad del esférico en dejarnos de zarandajas y hacer lo que mejor se puede cuando se mira el fútbol: disfrutarlo.
El tema de la cabra, por su traducción literal de “goat”, me ha hecho posar la memoria en una pícara instantánea. Durante la edad de la punzada quien esto escribe jugaba en un equipo de soccer escuelerito, cuya ceremonia protocolaria previa al comienzo de los partidos consistía en entonar a coro aquella célebre pieza atribuida al dj Farmlopez, en la que hablaba de una hembra caprina intratable.
Hoy que la grandeza de los deportistas se mide tanto por números como por la simpatía de los fans, en mis oídos retumba aquel cántico solemne y con ello reivindico el compromiso con causas de verdad importantes. Y sin poder evitarlo musito socarronamente mientras llego al final de este texto: “¡La cabra, la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió, yo tenía una cabra que se llamaba Asunción!”.
Carlos Gutiérrez
@fulanoaustral