Cultura

Biblo(a)patía

No deja de ser curioso que en un país como México donde el índice de lecturas y de lectores es tan pobre, tengan tanto éxito las ferias de libros. Y que, paradójicamente, las librerías sean un espacio poco visitado, al menos en proporción a la densidad poblacional de esta nación nada bibliófila. El pasado lunes asistí al cierre de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y justo me ha llamado la atención el arraigo que tiene en la gente y la copiosa asistencia tanto de parroquianos como de editoriales.

Lo curioso es que los expositores poco o nada hacen para acercar los textos a un mercado sumido en crisis económica, como si el reducido grupo de lectores, pero sobre aquellos que tímidamente quieren acercarse a las letras, pudieran darse el lujo de dejar de comer por comprarse un libro, o prefirieran comprarlo a algún otro tipo de entretenimiento. Y es que, si los precios que manejan los vendedores son los mismos que los que se encuentran en los locales, no encuentro sentido a una feria como no sea para ir al encuentro con los creadores.

Quizá ahí radique la efectividad de este tipo de eventos, en el contacto de los pocos lectores con sus autores favoritos. Eso explica, por ejemplo, la aventura de estar en la FIL de Guadalajara, la segunda feria en importancia en el mundo, después de la de Frankfurt. Y eso que, dicen las estadísticas, en México se lee poco y no necesariamente con la calidad deseada. Prueba de ello son los niveles expresivos, el léxico empleado y la construcción de narrativas interpersonales.

Debo confesar que, a la inversa de muchos, no soy muy afecto a las ferias de libros. Me parece que siempre acaban exponiendo los mismos títulos, con excepción de los de moda, y que suelen acusar una repetición de fórmulas. También confieso que, aunque me resultaría atractivo conocer en persona a alguno que otro autor, prefiero la intimidad que otorga el espacio reducido y anónimo de una librería. Eso y el hecho de que en una de esas se puede encontrar ahí vendedores competentes que sirven de guía e interlocución.

Gabriel Zaid sostiene en “Los demasiados libros” que el mundo genera más materiales de los que puede leer. Y es verdad, sobre todo en naciones como ésta. Pero además advierte la necesidad de establecer diálogos con los escritores a través de sus trabajos, estén estos vivos o muertos, cercanos o distantes. Mucho bien nos haríamos y le haríamos a México si de cuando en cuando encontráramos la oportunidad de leer y hablar con ellos. Y no tuviéramos que esperar a las ferias que legitiman acudir a las páginas, ya sea en febrero o en diciembre.

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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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