Han comenzado las campañas electorales en este 2021.
La necesidad de contar con una fuerza opositora que sea capaz de plantar un contrapeso real en el congreso, no es solo un capricho de unos cuantos por regresar al poder, es más bien una necesidad imperante en cualquier democracia.
Se ha hablado en muchas ocasiones, que el hartazgo fue quien que llevó a López Obrador a la silla presidencial con grandes niveles de aprobación, pero un país no se gobierna con popularidad.
El populismo, ha demostrado ser una estrategia muy exitosa para que las personas lleguen al poder.
Solo en los últimos años hemos sido testigos de una creciente corriente populista que se ha instalado en el mundo, con exponentes como Trump, los propulsores del Brexit, Modi, Bolsonaro, Orbán, la coalición italiana y por supuesto López Obrador.
Sin embargo, todos estos líderes han ocasionado en 15 años una caída del 10% del PIB de cada país, de acuerdo a los comparativos o perspectivas que se tenían antes de que llegaran al poder.
El populismo tiene su base en identificarse con las masas, lo que ellos llaman preferentemente, el pueblo.
Tiende a polarizar y generar discordia entre poderosos y desvalidos, entre ricos y pobres, entre las élites y los relegados. Los populistas se caracterizan por debilitar a las instituciones, incluso les encanta atacarlas o demeritarlas, no se toman riesgos, condenan inversiones y generalmente tienden a pregonar que son los verdaderos dueños del cristal con el que se observa la realidad.
Ahora imagine como será un populista, si no existe oposición alguna que intente llevarlo a la realidad.
En estos dos años, son pocos en verdad los logros que podemos rescatar de nuestro demagógico gobierno.
Tenemos obras faraónicas como el tren maya o el aeropuerto de santa lucia, que consumen enormes cantidades de recursos y que no atienden a temas prioritarios.
Desbaratamos un sistema de salud, justo antes de enfrentar el reto de sanitario más grande de nuestra historia, con la peor estrategia del mundo y con 205,000 fallecidos y contando.
Nos sumimos en la peor crisis económica en 90 años y no se ve por donde saldremos.
El desempleo sigue creciendo, el sistema educativo se encuentra en el hoyo y para colmo, nuestro presidente considera que vamos bien.
Los que creemos en este país y en su proceso democrático debemos de actualizarlo y defenderlo, para que no llegue a manos de supuestos salvadores magnánimos.
Es verdad que debemos mejorar las inequidades de nuestro país, pero los apoyos demagógicos que nuestro gobierno se jacta de ofrecer, no pueden sopesar el actual fracaso de la 4T.
Ya tenemos a un ególatra, dirigiendo según él, nuestro destino; cuando menos hagamos lo posible por inclinar la balanza en el congreso y no dejemos que este país siga hundiéndose como lo viene haciendo, desde que nuestro mesías llego al poder.