El presidente López Obrador, se encuentra enojado. Las cosas no están saliendo de acuerdo al libro de recetas que tiene bajo el brazo.
Con un partido, si es que a Morena se le puede llamar partido, fraccionado y mutilado por los intereses personales, con candidatos grises en lo general y con funcionarios de gobierno, en su mayoría, bastante mediocres; nuestro jefe ejecutivo apuesta a rescatar el barco por sí solo.
Pero no le alcanza y es que ese afán de protagonismo que tiene, también le está pasando factura.
López Obrador, intuyendo una posible derrota de su partido, se ha metido de lleno en la contienda.
Desde sus mañaneras critica, señala, persigue y acusa a quien se le ocurra, todo con miras a posicionar a sus candidatos.
A López obrador le importa un carajo, que sus comentarios e intervenciones sean ilegales, está desesperado y en ocasiones sus comentarios o juicios rayan en lo ridículo y todo por defender su dichosa 4T, pero Morena le ha fallado.
El tsunami morenista que arrasó en 2018 mantiene aún la inercia del electorado, pero día a día va perdiendo fuerza.
Los candidatos de Morena, siguen apostando a que la marca y su clientelismo social los puede salvar, pero es difícil explicar y justificar la desgracia sanitaria que vivimos, la inseguridad imparable a nivel nacional, la terrible crisis económica y un largo etcétera de situaciones que culminan con el lamentable suceso del accidente en la línea 12 del metro de la ciudad de México y mientras esto último sucede, nuestro mandamás degusta tranquilamente una tlayuda en Oaxaca.
López Obrador no quiere darse cuenta que su figura esta desgastada, que su intervencionismo juega en su contra, que poco a poco la gente comienza a ver que esta 4T es mucho ruido y pocas nueces.
Su estrategia mañanera se desgasta, comienza a observarse ya un cansancio por el discurso repetitivo, agresivo y pendenciero del Presidente.
Su terquedad lo traiciona y sus estrategias no funcionan, ni en Tamaulipas, ni en Nuevo León, ni con Lozoya, ni Rosario Robles y Odebretch.
El Presidente con la mayor aceptación en la historia de México se ha encargado de pisotear el optimismo que la nación tenía por su mandato.
Debemos de tener el coraje para asimilar que las cosas no van bien y con un capitán demagogo e irresponsable, las cosas no van a salir mejor.
Así como López Obrador mando, según él, al carajo la demagogia y la hipocresía de los estilos del pasado, así también nosotros podemos mandar al carajo a la 4T.
Hagámoslo.