Nos acercamos al final de un año, son precisamente estos los tiempos, en los que con esperanza queremos recomponer el presente a partir de una fecha en el calendario.
Esperamos el primero de enero, o bueno mejor el 2 por aquello del recalentado, para poner en marcha proyectos nuevos, ponernos a ahorrar, emprender un negocio, estudiar más, en fin, cada quien tiene en su haber algún proyecto o alguna nueva actitud o actividad que mágicamente comenzara con el cambio de año.
Algunos, por no decir la mayoría, serán propósitos olvidados por ahí del tercer mes, si bien nos va, pero no deja de ser alentador y sobre todo emocionante pensar que ahora si voy a ser rico y a bajar esta barriga.
Así somos, algunos más escogerán algún ritual con semillas, maletas, ropa interior, monedas, velas y todo cuanto se nos ocurra, todo con la finalidad de invocar a la diosa de la fortuna y que el año venidero venga cargado de amor, salud y porque no, lana también.
Es la magia y la ilusión de ver en nuestras agendas un año diferente al endemoniado año en el que estamos.
Porque este año nos fue mal, el amor no llego, el maestro me reprobó, mi jefe no me entiende, mi suegra me odia, en fin, todo eso es culpa seguramente del 2019.
Lo triste es que la realidad no es así, nuestra suerte no depende de una fecha, depende de lo que hacemos en esta vida con el tiempo que nos prestan.
Cada año que pasa, es un año más y también es un año menos, y lo que debemos hacer con nuestro tiempo es precisamente aprovecharlo, como dice la canción “no le eches años a tu vida, échale vida a tus años”.
Porque la vida de eso se trata, de vivirla, de aprovechar lo que tenemos y con eso hacer más, aspirar a más, gozar más, en si vivir más.
Es triste ver como el tiempo pasa consumiendo las familias, por que el orgullo en ellas las aleja, o ver como alguien pasa su vida en un trabajo aspirando cosas diferentes, sin atreverse, es miserable ver como los familiares o amigos son olvidados por el ritmo de vida que tenemos, la vida es solo una y no hay más, no vuelve, o al menos no sabemos.
Así que, por esta vez, no voy a desear un feliz año nuevo, voy a desearte que aproveches y disfrutes este sendero que llamamos vida, con sus alegrías, con sus sinsabores, pero que la intensidad de cada momento marque en tu memoria y sobre todo en tu corazón, un recuerdo.
Un recuerdo que se una a una enorme colección de momentos vividos y que al final del sendero, estemos satisfechos y felices por haber hecho lo que tenía que hacerse, reír cuando había que reír, llorar cuando era necesario y sobre todo disfrutar de nuestros seres queridos el tiempo que Dios nos da.
Feliz 2020, vamos a vivirlo.
