Giovanni Sartori escribió en ¿Qué es democracia?: “las reglas del juego no son un juego”. En ese sentido, existen requisitos mínimos para pensar y discutirse manera seria una reforma político electoral, ahí identifico tres elementos clave: políticos, filosóficos y estratégicos.
Empiezo por los políticos. 1. Legitimidad democrática: toda propuesta de reforma electoral debe construirse con las visiones de todos los sectores de la sociedad, no solo considerando los intereses o visiones del partido gobernante, que sea plural garantiza su legitimidad. 2. Participación ciudadana significativa: Hannah Arendt afirma que la acción política genuina nace del espacio público y no de decisiones verticales, una reforma política debe atender posturas, opiniones y posiciones de la ciudadanía.
Los elementos filosóficos. 1. Conciencia histórica y crítica: todo proceso de reforma debe acompañarse de un proceso guiado por la complejidad y el diálogo. 2. Fundamento ético y político: Aristóteles ya diseñó la fórmula, hace siglos: el buen régimen político es el que atiende a la virtud y al bien común; debe ser bueno y para todos. Atender la eficiencia, la eficacia y buscar el máximo bien posible.
Los estratégicos: 1. Diagnóstico: cualquier propuesta de reforma debe basarse en la verdad; legislar con evidencia. Se debe revisar las deficiencias y/o las distorsiones con datos, para ello, en materia político/electoral hay demasiada evidencia, capital académico, burocrático, institucional, cívico y diagnósticos de lo que sí funciona y aquello que debe mejorarse. 2. Visión de futuro: debe imaginar el tipo de régimen que se quiere en el futuro; el uso de la IA, tecnología y mecanismos de votación electrónica, la relación entre representación y participación, la garantía de todos los derechos políticos para todas las personas, las instituciones autónomas garantes de estos derechos políticos y otras dimensiones del futuro democrático y 3. Neutralidad institucional: el diseño e implementación de las posibles nuevas reglas deben gozar de independencia y autonomía.
Cualquier discusión de una posible reforma político electoral debe garantizar estos elementos mínimos, porque, volviendo a Sartori, no basta con definir a la democracia, hay que pensar en su ingeniería institucional; y siempre esa ingeniería debe procurar el cuidado y fortalecimiento democrático.