Gusta a mexicanos divertirse con personajes indígenas, sean del cine o televisión. Chano y Chon, Los Xochimilcas, la India María, etcétera. Pseudo folclore de nuestro pueblo que es racismo disfrazado de chistes. No se presumen los dones del presidente Benito Juárez, salvo decir que fue el único indio que llegó a mandar la nación. Hoy el ADN es motivo de campaña por parte de la oposición, contra Morena y AMLO.
Parece chusco el tema pero no, más bien tiene un toque trágico o melodrama nacional: porque la mayoría de nacionales tenemos origen indígena aunque muchas familias lo oculten o disfracen por vergüenza, y a cambio exhiban su mestizaje español. Para ser mestizo hay que mezclarse: así se fundó este país. Cada quien en casa puede saber lo que aquí escribo, a excepción de los criollos, harina muy otra de la historia de México. No hay discusión donde no salga el sainete, jocoso, motivo de pleito, sea a trancazos o incluso balazos, desde nuestra lucha independentista, las monarquías de Iturbide y Maximiliano, los tiempos de don Porfirio, hasta la Revolución mexicana y el presente.
Hoy discutimos la ascendencia de una aspirante a presidente. Beatriz Paredes ya dio lección al declarar que ella también viene “de cuna indígena” pero no utiliza esos “atributos genéticos” en el discurso político. Sensatez de otra aspirante de la oposición de Morena a la Presidencia. ¿Cuántos en México tendríamos ese orgullo de presumir cuna, de hablar cualquiera de los idiomas indígenas? La mayoría de la gente que conozco jamás presume la raza primigenia de la que proviene. Solo tengo dos amigos que sí, y que además hablan en su idioma originario y el español.
Observando y leyendo a columnistas dizque especializados en política me queda claro que apuestan por Xóchitl Gálvez no porque crean en ella sino por la utilidad de su postulación porque de verdad se mienten creyendo que podrían desplazar a las corcholatas de AMLO. Son la versión de los Xochimilcas que cantaban en programas televisivos en los 60. Que nadie se equivoque: la usan como carne de cañón. Y ella sonríe y lo permite.
¿Somos xóchitlmilcas? Algunos ladinos, sí: incluida Xóchitl Gálvez, populista de petatiux.
Había que decirlo.