El antiguo Palacio de Iturbide de avenida Madero exhibió hasta noviembre —reabre en enero—, una muestra de María Izquierdo (1902–1955), junto con la alfarera Teodora Blanco (1928–1980). Son 89 esculturas y 29 obras de la artista plástica que no ha tenido la relevancia que la exposición, curada por Juan Rafael Coronel Rivera, exige. Diálogo de “percepciones de belleza” que pasa de noche para la mayoría del público.
Con actos así uno puede pensar que se borra la idea de “arte” y “artesanía”. Teodora Blanco es una esteta sin igual. En Oaxaca le llaman “teodoras” a las sirenas que la hicieron famosa en su tierra; su familia continua la tradición alfarera, con éxito. No se alcanza a comprender el diálogo curatorial que la alfarería y la pintura de María Izquierdo tienen entre sí, a pesar de “similitudes temáticas”. Peor, cuando Teodora Blanco sigue exitosamente su tradición, mientras que a María Izquierdo se le tiene prácticamente olvidada de la esfera. La muestra me llevó a buscar catálogos de la artista considerada Patrimonio de México: no existen en el mercado sus libros: agotados. Tengo dos de tiempo atrás: el que en 2005 publicó la antigua Conaculta por el archivo de María Izquierdo que adquirió el Estado mexicano –en custodia del Museo de Arte Moderno–, y el que en 2002 hiciera igualmente Conaculta ante el “primer Centenario” del nacimiento de la artista que en los años 30
y 40 del siglo pasado fuera la mujer más reconocida, por encima de Frida Kahlo o Tina Modotti, y hoy es una rareza para mexicanos —que no para extranjeros—. Fue la primer feminista en su campo. Sentenció: “Es un delito ser mujer y tener talento”. Uno se pregunta si las autoridades tienen pensado hacer algo con su obra ahora que en 2025 se cumplen 70 años de su muerte. (Deberían al menos publicar sus Memorias, en poder del MAM).
Izquierdo escribía cartas a los presidentes de México para intentar sobrevivir, ofreciendo sus obras como moneda de cambio. Los muralistas hombres le negaron hacer un mural en la sede de la hoy Ciudad de México. Ella, que aspiraba a lo que Silvestre Revueltas en la música, López Velarde en la poesía o Guadalupe Posada en el grabado. Su pintura no niega sus ambiciones…