Cultura

Hitler nos observa

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Querida Victoria Ocampo:

Estoy en mi jardín contemplando a los pájaros y el aleteo de las mariposas. Aquí todo es apacible salvo el cerebro que no me deja en paz. Recuerdo la primera vez de nuestro primer encuentro en 1934, cuando me visitó en Londres. Desde entonces entablamos una historia de amistad feminista entre dos continentes. Argentina me parece una inmensa tierra de un verde azulado donde veo mariposas nocturnas paseando sobre flores plateadas en un día caluroso. Sabe cuánto amo las mariposas. Y sé muy bien que usted no ve a su Argentina como los ingleses. Sorry…

Nunca olvidaré aquella visita a casa donde, con la taza de té en la mano cambiamos impresiones de nuestra repugnancia por la forma como Mussolini consideraba a las mujeres: simples conejas. Usted venía de Roma y lo acababa de conocer. Una bestia que seguramente se fijó en sus piernas. Bestia como el maldito Hitler, que aún nos observa. Son hijos de Creonte, el mismo que encerró a Antígona en una prisión para mujeres. Lo escribí en mi libro Tres Guineas: las mujeres “han luchado contra la tiranía del patriarcado como ustedes luchan contra la tiranía fascista”. La lucha no empezó hoy. La lucha viene muy atrás…

Me han tachado de “colérica y lúcida”. Me han dicho que no comprendo la política. La historia no se hizo sola, y menos sin nosotras. Antes del movimiento feminista existía el “Civil Rights Movement” para los negros del Sur de los Estados Unidos. Atrás veníamos nosotras —y detrás nuestro los derechos homosexuales, los últimos de la fila contra la opresión—. (Fue hasta 1948 que nació en Estados Unidos el primer movimiento feminista).

Acá en Inglaterra peleamos —desde las sufragistas—, porque las palabras no vivan en los diccionarios, que vivan en la mente y en las leyes. Bien sabe usted que las escritoras peleamos contra un lenguaje propio del patriarcado. Por eso escribí Una habitación propia: esas habitaciones de mujeres encerradas, cuyas paredes están a punto de estallar. Porque estamos en busca de nuestra identidad. Porque no queremos ser solo las parturientas de la historia de los dictadores. Para mí la novela es un refugio a la espera de nuestra libertad.

Perdóneme si hablo tanto de mí. No es la intención. Nuestra cultura está hecha añicos, fragmentada. Somos trocitos que el mundo opresor aventó sin pensar en las consecuencias de sus actos, conscientes o no. Y las mujeres que callaron, hoy lo lamentan. Apenas nos oímos al hablar entre nosotras. Empezamos a despertar con lentitud. Yo tuve la fortuna de vivir acompañada de Leonard, de ser escritora, de no tener hijos —¡por fortuna tuve sobrinos!—. Me deprimo, sí, y es peligroso dejarme sola cuando terminó una obra. Pero mis pasiones por la vida no han cambiado. Aunque muriera hoy están mis escritos que llevan la impronta de un canto al cambio de la vida.

Cuénteme, ¿cómo van las cosas en esa América del Sur? Sé lo que pasa en Estados Unidos pero nada de ustedes. Sé de su conciencia civil pero, y el resto de las mujeres, ¿ya despiertan? Dígame algo por favor.

Su amiga:

Virginia Woolf

Posdata: basado en el libro Testimonios, de Victoria Ocampo, correspondencia entre las escritoras (1934-1941).

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Braulio Peralta
  • Braulio Peralta
  • [email protected]
  • Periodista, ensayista y editor. Autor de Otros nombres del arcoíris, El poeta en su tierra, diálogos con Octavio Paz, De un mundo raro, un libro de crónicas de sus personales viajes como corresponsal en España, y El clóset de cristal. Publica todos los lunes su columna La letra desobediente.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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