Octavio Paz me dijo que Elena Poniatowska “se ha convertido en un personaje literario... es un pájaro de la literatura mexicana”. La conoció en los años 50 cuando ella era “una chica encantadora, inteligente, de inmensa simpatía… había introducido en el periodismo mexicano una frescura, una gracia, una imaginación que la hacían algo muy distinto. Única”.
El “personaje literario” se advierte en la última novela de Poniatowska, El amante polaco: de cómo la dinastía Poniatowski pierde Polonia en 1795 y el país desaparece por 123 años. Lo reparten como botín la Rusia de Catalina La Grande, la Prusia de Federico II y María Teresa de Austria. Elena cuenta a la vez la historia de su familia 250 años después de aquellos sucesos, desde México, donde llegan en el barco Marqués de Comillas.
Se trata de la historia del rey polaco Stanislaw Poniatowski y los descendientes de la familia que tuvieron que dejar Polonia. La familia de la escritora llega a México en 1943, procedente de París. Ella no sumaba ni 10 años de edad. Aquí permaneció toda su vida, hasta los sucesos que la llevaron a ir a un monasterio de monjas en Roma para tener un hijo, producto de tres palabras que escribe en la página 364 de su libro: “Estoy sola. No sé lo que es el amor. Lo que me ha sucedido, el catre, la amenaza, el ataque nada tienen que ver con lo que leí en los libros y vi en la pantalla del cine Vanguardia”. Tenía 22 de edad y ya era madre en 1955.
He venido defendiendo la desgracia de Elena Poniatowska en aquellos años a través de las redes sociales. Escritores —y escritoras— han defendido a Juan José Arreola —el “Maestro”, en la novela donde jamás se pronuncia su nombre—. Han dicho que fue él quien le editó su primer libro, Lilus Kikus, de 1954, el año de su embarazo. ¿Y? Encuentro saña en la comunidad intelectual sobre este suceso. Quisieran que la escritora guardara el mismo silencio de los últimos 64 años, la edad de Mane Haro Poniatowski, a quien dedica la novela.
La familia de Arreola quiso acallar con cartas sin sustento la historia. En las redes leo la pregunta: ¿Por qué lo hace ahora que Arreola no vive para defenderse? Porque la literatura y la vida llevan años de gestación para que un acto verídico resuene duro en la conciencia y la razón de las personas. Punto. Las palabras de Elena Poniatowska, “el catre, la amenaza, el ataque”, me dejaron aturdido. Me despertó una indignación y una solidaridad con ella como pocas veces.
Octavio Paz tenía razón: ella es un personaje literario, el pájaro que picotea y chifla, que alimenta a sus hijos en medio del traqueteo incesante de la gente que pasa, niños que lloran, obreros que caminan, indígenas que se manifiestan en el zócalo, en estas fiestas decembrinas que se abre después de la Virgen de Guadalupe. En medio de todo eso Elena Poniatowska vuelve a ser con su libro noticia de un día porque estamos absortos en política, economía, las decisiones de Andrés Manuel López Obrador.
Pero los abusos y asesinatos de mujeres no han paran: ellas se siguen radicalizando. ¡Bien! Poniatowska escogió escribir su historia para sanar heridas. Si no es con la literatura, ¿con qué?
Arreola no debería tener un premio con su nombre. ¿O sí? _