La virtud del montaje Ariadna en Naxos. Crónica de una cicatriz, de Aurora Cano, es coral, como surge el buen teatro: composición de Jiri Antolín Benda (pieza del género operístico en el que no se canta, en Spotify); escenografía e iluminación de Jesús Hernández (prodigiosa: opaca todo, a excepción de la música, adaptada por Ignacio García); y la actuación de Teté Espinoza (pudo ser mejor, con dirección estricta). Apenas cuatro funciones, creo, por lo costoso de la producción. Pero los que lo vimos el fin de semana gozamos del atrevimiento de la puesta, con la intención de un teatro que, agonizante, busca pistas en clásicos como la pieza de Benda, estrenada en 1775.
Ya conocemos el mito de Ariadna y Teseo: una mujer es abandonada por el amante en una isla, y lo que viene es poesía de nuestros clásicos mexicanos –que dialogan dramatúrgicamente, gracias a Aurora Cano–, creando un lenguaje actual, en defensa del sexo femenino. Es básicamente hermoso por el monólogo de la actriz, la escenografía y la música, que convierten a la escena en un melodrama nada convencional. Cano se amparó inteligentemente en lo ya realizado por Benda, de origen, pero aportó un sentido nacional con los elementos mencionados. Quedé impresionado por la escenografía e iluminación de Jesús Hernández (se nota la influencia de Robert Wilson). Mientras observaba la obra, pensaba que con un texto de Rosario Castellanos, Cano podría haber aportado aun más a la causa feminista. Más riesgo, sí, pero más alcance.
Es indudable la capacidad de Aurora Cano para llamar la atención en un teatro estragado. Cano exige eco de un público ávido de experimentación, innovación, atrevimiento, justo como su montaje: una ópera hablada al servicio de la escena –sí, de 1775–, pero a la que aporta una identidad sutilmente mexicana. Habrá que ver lo que logra al cargo de su Compañía Nacional de Teatro. Reto mayúsculo porque la escena es colectiva, selectiva, rigurosa.
Y costosa cuando tiene música en vivo. Ojalá que la UNAM piense en otros creadores para montajes de esta naturaleza, y no solo la directora de la CNT. Ojalá directores de teatro tengan la misma oportunidad que Aurora Cano. Los hay tan buenos como ella, sin duda.
Braulio Peralta