Montado sobre la pared cuelga el retrato de don Eusebio, bisabuelo paterno de Camilo, custodiado por un par de espuelas, las últimas que utilizara en sus tiempos de jinete y transportista. La familia de Camilo tiene una larga tradición campesina, pero también relacionada con el mundo equino. Cuenta la leyenda que don Eusebio presenció la creación de caminos que conectaron pueblos con ciudades, y que continuaron la expansión comercial y nacional. De entre los vestigios familiares más antiguos se encuentra un fuete, utilizado para comandar la recua que llevaba víveres, leña y hasta plata, del noroeste del país a la capital. Hoy Camilo conserva una mula, descendiente de aquellos tiempos, como símbolo de la tradición familiar y como una fiel compañera.
La llegada del ganado mular se da en los primeros años de la Nueva España, según relata Clara Elena Suárez Argüello, en su investigación Importancia y desarrollo de la cría de ganado mular en la Nueva España durante el periodo colonial, los primeros ejemplares arriban desde la isla La Española, hoy Haití y República Dominicana, a su vez provenientes de España. La mula es el resultado de la cruza entre una yegua y un burro, y forman parte fundamental en la historia de la alimentación, transporte y conectividad terrestre en México. Cabe recordar que, en la época prehispánica, el sistema de transporte de carga lo realizaban los tamemes, hombres que cargaban en sus espaldas mercancías que llevaban a lo largo y ancho del territorio mesoamericano. Sin embargo, ante el arribo de la ganadería, las numerosas enfermedades y la transformación cultural, los tamemes disminuyeron.
El uso de mulas resultó redituable para los españoles y criollos, aunque era necesario reordenar los sistemas de caminos y, de paso, transformar el ecosistema. En un inicio las vías de comunicación consistían en senderos, por los cuales los tamemes podían transitar. Pero, ante las dimensiones de vacas, toros, caballos y mulas, comenzaron procesos de deforestación para permitir el tránsito, esto impactó en el uso de suelo y producción de alimentos, sin mencionar la introducción de los desechos orgánicos de estos animales como abono para la agricultura. Es necesario comentar que las cruzas de animales no fueron bien vistas por parte de la Corona Española, al grado que emitió, en numerosas ocasiones, mandatos para que se prohibiera dicha práctica. Aunque, la posesión y uso de caballos, tenia un fuerte símbolo militar y de estatus social, por lo tanto, sustituir las mulas por caballos no era la mejor opción; y el burro no presentaba los mismos beneficios para el transporte que las mulas.
Es evidente que dichas prohibiciones no resultaron tan efectivas en la Nueva España, donde se tuvieron grandes centros productores de mulas, como, por ejemplo: Nueva Galicia (Jalisco), Nuevo Reino de León y la Provincia de Coahuila, Nuevo Santander (Tamaulipas) y la Nueva Vizcaya (Durango y Chihuahua), donde sus principales compradores fueron las clases bajas. Las cuales, con el paso de los años, convirtieron a las mulas en su principal o única fuente de transporte y trabajo.