El cubrebocas triple capa, el gel antibacterial, el look del momento, un día ajetreado en el auto, el tráfico, las dietas asfixiantes, el anhelo por la llegada del fin de semana que nos permita despojarnos de las incomodidades del glamour; en pocas palabras vivir mal comidos, incomodos con el vestido, estresados y sufridos, prácticamente una vida difícil la que llevamos hoy en día. Hace poco escuchaba acerca del desayuno, parte fundamental de todo humano, ya todos sabemos que no se debe comenzar la jornada, escolar o laboral, sin este alimento, que tiene que estar balaceado y demás. Pero ¿en qué momento la hemos modificado? Ya que, al parecer, imperceptiblemente, no comemos lo mismo que nuestros abuelos y todo indica que nuestros nietos tendrán una dieta diferente a la nuestra.
En el México porfirista el concepto de “desayuno ambulante” era muy común, se podía apreciar a cualquier albañil parado en alguna esquina, frente a una olla enorme, humeante. ¿Su contenido? Atole, tamales, pambazos, etcétera; alimentos indignos para las clases altas, aquellas que convivían con el poder, o eran parte de él, que apreciaban las delicias europeas y no aquellos productos de los indios.
Para el beneplácito del resto de la población calles como Tacuba, en Ciudad de México, eran el paraíso de las cafeterías populares, sin ser consideradas para pobres, allí ya no se comía de pie o sobre la calle, los alimentos eran servidos en vajillas provenientes de distintas partes del mundo, cada plato diferente al resto.Un elemento que comienza su andar en la dieta matutina fue la leche, esta era combinada con el resto de los ya conocidos, como el atole, el café y el chocolate; además de participar como actor principal en las innovaciones de la cuajada, natillas, jocoques, cremas simples, etcétera. Como menú podíamos encontrar los afamados tamalitos cernidos, fruto indígena, que sin embargo ya comenzaban a estar en desuso.
Y ¿cómo compararlo con la situación actual?, elementos como el café, el chocolate, el atole, los tamales y el huevo en sus variadas presentaciones aún conservan un lugar entre el gusto social, pero, nuevos participantes comienzan a ser más recurrentes; chapatas, wraps, baguettes, bagel, entre otros, o bebidas como capuchinos y moka ahora sustituyen las alternativas, los emparedados en bolsas, de igual manera el jugo embotellado o el yogurt líquido se convierten en opciones rutinarias y no casuales. Todo esto sin mencionar los modos y formas, mientras que hace no más de 20 años el ritual del desayuno era realizarlo sentados, con calma y gusto; hoy en día se realiza en el menor tiempo posible, en movimiento y sin verdaderamente disfrutarlo. Una verdadera lástima.
Benjamín Ramírez