La temporada de lluvias es de suma importancia para el centro del país, o al parecer lo era en épocas donde la urbanización no significaba un problema ecológico. Hoy en día pensar en los meses entre mayo y septiembre significa una problemática vial, como mínimo, para los habitantes de esta región. Los desarrollos viales, la eliminación de áreas verdes y deforestación han traído consigo problemáticas hasta de seguridad, tales como inundaciones en vialidades, pasos a desnivel y en zonas habitacionales. Sin embargo, dichos fenómenos naturales nos han hecho recordar el origen de estas tierras, donde hace más de 50 años aún se podía contar con pozos, riachuelos, canales, estanques y lagunas, los cuales eran fuentes naturales de este líquido; por otra parte, representaban la atracción o coexistencia de una gran variedad de alimentos, especialmente peces pequeños, a los cuales los denominamos o conocemos como charales.
Con este nombre se designan varias especies de peces chicos de agua dulce, del género Chirostoma, muy comunes en los lagos del Altiplano y Valle de México. De cuerpos delgados y fusiformes, algunos traslucidos o con dorsos azulados, grisáceos o verdosos, los acompaña siempre una franja plateada de cola a cabeza. Siendo los más grandes de diez centímetros de largo, sus espinas son comestibles, existe una vasta variedad de especies, de las cuales las más comunes son: Chirostoma Jordani, en el Valle de México; Chirostoma bortani, o charal prieto, en el lago de Pátzcuaro y Zirahuén, Michoacán; Chirostoma patzcuaro o charal blanco, en el lago de Pátzcuaro, Michoacán y Chirostoma chapalae, en el lago de Chapala, Jalisco. Su frescura va a depender de donde se adquieran, por lo general las zonas donde son pescados tienen la garantía de ser frescos; debido a que se deshidratan fácilmente es común verlos puestos al sol, esta acción permite que se conserven por varios meses, asegurando una fuente de alimentación rica en proteína.
Fuera de su área de pesca es común verlos a la venta en los mercados populares junto con los camarones y el pescado seco, en las recauderías. Consumidos desde la época prehispánica su recetario se ha ido adaptando junto con el resto de la gastronomía mexicana, actualmente los conocemos asados o dorados si están frescos, acompañados con salsa o guacamole, en su estado seco su preparación se basa en capearse con huevo y freírse en forma de tortitas, sumergirse en caldillo de jitomate o acompañarse con salsas, teniendo su momento de apogeo en la cuaresma. Utilizados como botana son una buena opción en todo el año, solo basta con espolvorearlos con harina, freírlos, rociarles limón, sal y salsa, esto los convierte en la mejor alternativa, tanto por nutritiva como por deliciosa y ancestral.