La chicharra anuncia la hora de recreo en punto de las 10:30 de la mañana. Mientras tanto, Camila, estudiante de la licenciatura en educación en su primer día de prácticas, recuerda ese momento como uno de júbilo, donde niñas y niños salían cual estampida del salón de clases, aventando la pelota o cargando una lonchera. Sin embargo, hoy en día la imagen presenta varios matices, aunque aún hay emoción, aquellos infantes corren con menos pericia. Hoy es un día diferente, la tiendita luce vacía de empaques coloridos, lo mismo pasa con sus mochilas, quienes carecen de papitas, jugos y golosinas. ¿Qué pasó?
La nutrición, la alimentación y la gula son claros ejemplos de la frase Todo en exceso hace daño. Y es que, desde el inicio de la civilización humana, el garantizar los alimentos fue el principal objetivo de las civilizaciones. Razón por la cual se desarrollaron estrategias para conservarlos por más tiempo. Sin embargo, una vez resuelta esa preocupación, se comenzó a distorsionar, por ejemplo, los calendarios agrícolas, los cuales brindaban nutrientes de acuerdo con las necesidades de medio ambiente, por tal motivo se tienen algunos frutos más jugosos en temporada de calor y alimentos con mayor cantidad de vitaminas o proteínas en tiempos de frío.
Esta sobre accesibilidad, de la mano con la industria alimentaria, provocó que comenzara un abuso en el consumo de alimentos con mayor predilección, como por ejemplo altos en grasa o azúcares, desencadenando los padecimientos de los que hoy nos adolecemos, como diabetes, hipertensión, obesidad, entre muchos otros. En esta reacción en cadena entran los infantes, quienes reciben la alimentación que los adultos les proveemos, ya que ellos aún no tienen la obligación de tomar sus propias decisiones.
De esta manera resultan lógicas algunas políticas públicas con relación a la venta, o acceso, de los llamados alimentos chatarra, que no precisamente significan desprovistos de nutrientes, sino que contienen un exceso de elementos que durante la digestión o se desechan o se almacenan. Dichas decisiones, por parte de la autoridad, tienen un fin común, evitar problemas de saluda a largo plazo, aunque, en el posicionamiento de este espacio, deberían estar acompañadas de campañas para sustituir dichos productos, con una infraestructura para dar solución a las necesidades alimentarias de niños, niñas y adolescentes en espacios educativos.
Si bien la formación humana empieza desde casa, es cierto que tantos años envueltos en campañas publicitarias nos han distorsionado la realidad con sus ositos o figuras animadas, nunca es tarde para reprogramar nuestra dieta, no solo con consejos o recomendaciones, sino también con opciones tangibles, como talleres escolares o clases de cocina en la educación básica.