Habrá el doble de camiones de transporte para sentarnos separados, pasaremos por túneles de sanitización, nos darán equipo descartable de seguridad, aumentó el número de médicos que checará al personal, la estación de cada empleado se separó por metro y medio y se colocaron cortinas plásticas entre cada uno, cambiaron y ampliaron los horarios de comida (ya no se puede llevar lunch). Regresaremos los de planta, ya que todas las demás áreas seguirán en home office”. Así me contaba un empleado de una planta de autopartes multinacional con sede en Ciudad Juárez sobre cómo será su regreso al trabajo. La empresa lleva 250 mil dólares invertidos en ajustes sanitarios. De sus 4 mil 800 empleados, solo un tercio estará en la fábrica. Y todo está listo para arrancar el 18 de mayo.
Este miércoles el sector automotriz estará expectante al anuncio del Presidente: cuándo pueden las 11 marcas instaladas en el país abrir sus plantas (o por etapas o de un solo jalón) y los mismo la gigante red de autopartistas locales e internacionales.
Entre el 19 y el 30 de marzo cerraron todas estas fábricas al no ser consideradas industrias esenciales. Cada una tenía un calendario de reaperturas para los primeros días de mayo. Pero la epidemia fue más grave de lo calculado y la Secretaría de Salud fue estirando la cuarentena.
Pero esto ya no es solo una cuestión sanitaria, sino de Relaciones Exteriores: México es un eslabón indispensable para toda la producción automotriz de Norteamérica, sobre todo EU, que tiene en sus prioridades poner en marcha este sector en los siguientes siete días. En Detroit se anunció la apertura de las tres grandes (Ford, GM y FCA) el 18 de mayo y hoy comenzaron a producir buena parte de las plantas de Michigan, otro gran polo automotriz.
Pero necesitan a México, y esta es una negociación que pasa ahora por las oficinas del canciller Marcelo Ebrard y la de Alfonso Romo.
“Nuestra planta producía en cinco turnos, 24/7. Todas las terminales, todas las marcas son nuestras clientas, pero sin duda esta apertura es por EU, ya que exportamos allí 70% de nuestra producción. Iniciaremos con una caída de pedidos de 30%, pero sin duda es por presión de las armadoras estadunidenses”, agrega este empleado que ya lleva varios cursos de capacitación con compañeros de otras plantas en Europa y Asia que ya comenzaron a trabajar, pero que están en otras fases (de salida) de la epidemia.
“Me preocupa que aquí, en Juárez, no son solo las medidas estrictas que aplique nuestra empresa: los hospitales están saturados, la gente no es consciente de los riesgos y hay más muertos que los que se anuncian. No sé si la ciudad está preparada para la reapertura”.
Ese es el gran dilema que tiene hoy el gobierno federal: salud pública versus reactivación económica, con el ingrediente extra de la presión internacional de su principal socio comercial.
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