Cultura

Sin magia

La tribu alrededor de la fogata, escuchando historias, en medio de la oscuridad cómplice, llevaba a la imaginación en una concentración absoluta. El Gran Nerón, emperador difamado, instituyó el teatro en las noches, antes de esto era un espectáculo a la luz del día. En la oscuridad, con la iluminación de antorchas y artefactos que dirigían luz a los personajes, el teatro consolidó su mito, las historias entraron en la psique, y creímos en la furia de los dioses, en el erotismo de las poderosas diosas, y los héroes cursaron por el averno hasta llegar al proscenio de frente al público.

El cine aprendió la lección y gracias a las exigencias tecnológicas tomó salas oscuras como cavernas, en donde podíamos emocionarnos en privado, en medio de la orgía de adictos a los rostros gigantescos del close-up, a la música que surgía enfatizando la acción, la trama y conduciéndonos a la catarsis que el teatro grecolatino inculcó en nuestro banco genético.

El cine en casa es deprimente, no tiene esa magia, es un placebo o castigo impuesto por las circunstancias. Sin oscuridad total, en pantallas pequeñas en comparación con la monumentalidad mural del cine, sin el audio que estalla en el negro absoluto, no alcanzamos ese estado de trance que impone el cine en el cine. Ver una película en casa es compartirla con las interrupciones: suena el teléfono, hay ruidos, se pone pausa, vamos y venimos, es para estar en la cama comiendo, o en un sofá con una pizza en las piernas. El colmo es ver una parte de la película y después ver la otra. La nueva distribución de películas en internet salvó a la industria durante la cuarentena, pero acabó con el ritual, porque la televisión es televisión y el cine es cine, es decir, la programación de la televisión está hecha para la interrupción, para la falta de concentración, por eso hay en medio comerciales y la programación no propone un discurso de largo alcance. Aún con el boom de las “series”, que son telenovelas con pretensiones, no son cine, se pueden ver y cocinar al mismo tiempo.

Elegir una película es un ritual, en la televisión se ve “lo que hay”. Existen dos tipos de espectadores de cine: los que ven cine para “pasar el tiempo” o entretenerse, como cuando vas en el avión o en el camión, a estos les da lo mismo la mini pantalla o que la película esté destrozada por pésima traducción, malísimos actores y efectos de doblaje; y estamos los otros, los cinéfilos, que ansiamos el ritual, la historia alrededor de la fogata.

Ver el cine en casa, en una pantallita no es una revolución tecnológica, ni es una supuesta rebeldía hacia el sistema de distribución, eso menos que nada. Es arrojarnos al aislamiento anti social, la gente hace todo desde la misma pantalla, no hay discriminación, compran, trabajan, chatean, ligan, y además se entretienen. No es democratización, es degradación de un ritual en una excusa de alienación social.


Avelina Lésper

www.avelinalesper.com

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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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