La lectura de un libro inicia por la portada, hay portadas que nos rechazan, que, en lugar de acercarnos, nos alejan de la lectura, y otras, que son como una tentación, que obligan a abrir ese volumen, a hojearlo, y provocan el impulso de llevarnos el libro.
El arte de hacer portadas inició en la Edad Media, cuando el libro evolucionó del papiro al pergamino, del material vegetal procesado del Cyperus Papyrus, planta acuática que crece en el Nilo, a las pieles de oveja o ternera tratadas, y convertirlas en el codex, que se doblaba en páginas. Al poner portadas al codex, surgió el libro como lo conocemos. En Florencia, Italia, eran famosos sus vendedores de libros por fabricar hermosos volúmenes, con un ejército de escribanos que hacían copias en jornadas de 18 horas, y grandes diseñadores.
Los eruditos mandaban hacer las copias de sus libros, y con el diseñador elegían las portadas y los lomos. Vaspaciano fue un gran artesano del diseño, solicitado por los más eruditos y exquisitos coleccionistas como Cósimo de Medici.
La tradición de la portada en la actual industria editorial es su gran debilidad, y es un peligro, porque libros valiosos con portadas horribles, mal diseñadas ahuyentan al lector. El asunto es que los diseñadores en muchos casos no son lectores, odian las letras y la lectura, y ese desprecio continúa a los interiores, hay libros que son ilegibles no por la calidad literaria, sino por el diseño. No son tipógrafos, dependen de las fuentes de las computadoras, y las imponen con pésimo gusto, hay tipografías que vulgarizan al libro.
Regreso a Vaspaciano, él amaba la lectura, era un erudito, trataba con amor y respeto los libros que fabricaba con sus manos, él elegía la piel, el terciopelo, las ornamentaciones, y todo era consecuente con el contenido.
Portadas que van en contra del contenido, a los diseñadores les da lo mismo si el libro es de filosofía o de política desechable, a los dos les aplican la misma falta de talento. Los diseñadores no toman en cuenta los materiales, no averiguan cómo van a imprimir los colores y la tipografía. Comisionan una ilustración para la portada y la colocan en el peor lugar posible, con la tipografía estorbando.
Vicente Rojo fue un artista que diseñó portadas, por eso sus colecciones aún son vigentes y transformó la industria editorial en su época. Rojo era artista pensaba en las dimensiones de su soporte, el libro, como lector pensaba en el contenido y en los lectores. La portada debe ser un pequeño cartel, que nos conquiste y anuncie al libro. En las librerías de viejo he comprado libros antiguos por sus portadas, a veces Constructivistas, otras Art Nouveau, etc., porque son creaciones bellas que dignifican al libro como objeto.
La industria de la novela rosa, se preocupa más por sus portadas que muchas editoriales “serias”, cumplen perfectamente su función de ser una introducción al contenido y de diferenciarse de otros libros. Portadas con una escena romántica y calenturienta, entre una hermosa mujer con escotado vestido, abrazada por un fuerte caballero sin camisa, son perfectas para llamar al lector, dicen sin pudor “léeme, la pasión comienza aquí”.
Avelina Lésper
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