La renuncia del Ministro Eduardo Medina Mora ha generado cuestionamientos entre usuarios de las redes sociales y medios de comunicación, ya que sobre esta decisión existen acusaciones por presunto lavado de dinero. Otros han atribuido que esta renuncia favorece al gobierno del Presidente Lopez Obrador al obtener un escaño más en la Suprema Corte.
No olvidemos la polémica en el nombramiento de Medina Mora como Ministro del máximo tribunal del país por su oscuro pasado. Sin duda, con esta designación se consolidó la manera de litigar con privilegios, de litigar sin límites, de litigar sin rubor, de darle órdenes a los jueces, de hacer sentencias fuera de los juzgados, de favorecer familiares.
Con la renuncia de Medina Mora se desarma esa ilegítima convivencia entre la política y el litigio, entre la política y la creación de empresas, entre la política y la generación de riqueza a través de privilegios.
Si algo ofreció al pueblo de México el Presidente Lopez Obrador, fue separar los negocios de la política, disgregar los asuntos públicos de los privados, acabar con los privilegios a la hora de ir a litigar, a la hora de ir a tocar las oficinas gubernamentales y concretamente las judiciales.
Por otro lado, no olvidemos que las historias de nuestro país son comunes los deseos reeleccionistas, por lo que se necesita un buen sistema de pesos y contrapesos y un adecuado equilibrio entre los tres poderes para que se pueda limitar estas intenciones a períodos constitucionalmente aceptables.
Con la renuncia de Medina Mora el sistema de contrapesos de nuestro sistema presidencial resulta afectado ya que lo vemos en un Congreso sumiso o un Poder Judicial que quiere ser controlado por el Ejecutivo. No se puede permitir que el Poder del Ejecutivo avasalle a los otros poderes, incluso a los órganos constitucionales autónomos.
Es importante entender la estructura de la división de poderes y la configuración constitucional “frenos y contrapesos”, para asegurar la gobernabilidad de este país, el control de la corrupción, ante el riesgo de volver a un presidencialismo omnipresente y todo poderoso.
Es necesario atender al peso de nuestra historia y entender la importancia de los contrapesos en un sistema presidencial que, sin ellos, pudiera convertirse en un presidencialismo autoritario y poderoso que anula la independencia de un Poder Legislativo y Judicial.
Sin duda el pecado de origen de Medina Mora empezó desde su llegada a la Suprema Corte, algo que nunca debió de haber sucedido.