Muy bonito el mundial y todo lo que ahí pasó. Muy bonita la mascota tipo Gasparín, muy bonita la inauguración llena de tecnología, muy bonitos los partidos y muy bonita la final y yo, que soy malpensado, en esta ocasión no quisiera pensar mal sobre tantos y tantos fantasmas tipo Gasparín que acecharon ese muy bonito evento.
No quisiera pensar, por ejemplo, que los comprobados sobornos a través de los cuales el pequeño pero billonario emirato de Catar logró obtener la sede del Mundial 2022, se hayan repetido estratégicamente para lograr fines de interés particular del jeque Tamim bin Hamad Al Thani, actual emir. No quisiera pensarlo porque sería lamentable. Prefiero pensar que ningún dinero ilegal fue a dar a los bolsillos de ningún árbitro, revisor de VAR o funcionario de la FIFA, y que todo lo que ahí sucedió fue antisépticamente legítimo y limpio.
No quisiera pensar tampoco que varias jugadas dudosas hayan sido permitidas a lo largo del certamen para lograr que, al final, las dos máximas estrellas del Paris Saint Germain (PSG) coincidieran en una final épica en lo deportivo, pero ciertamente también en lo económico, porque de ahora en adelante se multiplica por varias veces el valor de Messi y Mbappé, ambos jugadores del PSG.
Y es que no quisiera pensar mal de esa final que resultó maravillosa, porque sería muy triste, pero ¿saben quién es el dueño del PSG? Es Oryx Qatar Sports Investments, un fondo de inversión propiedad, curiosamente, del jeque catarí, Al Thani. Pero no quiero pensar mal; prefiero pensar que no hubo intervención de nadie y todo fue transparente, bello, coincidente y conveniente, en beneficio indirecto del PSG y su dueño.
Como les digo, a mí no me gusta ser malpensado, pero me he vuelto así porque, a veces, las sinvergüenzadas son tan evidentes que uno deja de confiar. Me queda claro que Argentina y Francia son grandes selecciones y pusieron en escena un espectáculo inolvidable para asegurar una de las mejores finales de la historia. Menos claro me queda un penalti armado en contra de Croacia y a favor de Argentina, que cambió el rumbo de una semifinal que hubiera dejado fuera a los sudamericanos.
Malpensado soy porque al PSG le alcanzó hasta con Marruecos, el sorpresivo y amado equipo cenicienta, que solo pudo ser vencido por Francia en semifinales y a punta de omisiones arbitrales. Es en el PSG donde casualmente juega también Achraf Hakimi, lateral derecho marroquí, quien de inmediato vale al menos 30% más que antes.
Malpensando o no, a la postre todo resultó como una película de Disney: La final fue espectacular, Messi ganó su copa, Marruecos y Croacia hicieron soñar a todos, el PSG ultravalorizó a tres de sus jugadores y el jeque cuadruplicó su fortuna personal. Yo opto por pensar que todo fue casualidad. Es la reflexión conspiracional de tu Sala de Consejo semanal.
Arnulfo Valdivia Machuca
@arnulfovaldivia