Así como Carlos Salinas gobernó al país hasta el último minuto de su mandato, Enrique Peña Nieto aguantó insultos al suyo, también hasta el último minuto, sin inmutarse, con un gesto que quiso ser ausente durante los momentos en que Andrés Manuel López Obrador pronunciaba un discurso de absoluta reprobación a las presidencias anteriores.
Acudió a San Lázaro vestido con un grueso caparazón de procacidad, a escuchar la única frase benigna para su persona: el agradecimiento a no haber intervenido en la elección del pasado primero de julio, seguida de palabras alusivas al comienzo de un nuevo gobierno que acabará con la corrupción y con la impunidad, sellos inequívocos del ejercicio que terminaba y del cual el mexiquense fue el máximo exponente.
“Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de sus gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentísimo, causas principales de la desigualdad económica y social; de la inseguridad y de la violencia que padecemos”, dijo AMLO, ante la mirada perdida e impávida de quien, cinco meses atrás, ya había dejado su encargo y permanecía en Los Pinos sólo por inercia.
Un periodista observó que debió haber llegado, saludar, entregar la banda y retirarse. Era de esperar un discurso que versaría sobre la corrupción y sobre los gobiernos neoliberales, temas criticados hace mucho; desde que el tabasqueño comenzó a buscar la Presidencia, que el sábado asumió formal y oficialmente.
Y mientras el nuevo mandatario hablaba, seguramente millones de mexicanos se emocionaban, al tiempo que desaprobaban la presencia de Peña y deseaban escuchar alguna parte del discurso en donde se rectificara y ofreciera perseguir a quienes sólo llegaron al poder para barrer con cuanto pudieron, sin reparar en que la tarea principal era velar por los intereses del país. No sucedió, aunque el desencanto fue intrascendente.
Más bien fue reiterada la oferta de no perseguir a los funcionarios corruptos y la propuesta al pueblo, de un punto final a esa “horrible historia” de impunidades y de abusos desde el gobierno, que hicieron de la corrupción la principal actividad, por encima todo.
Para muchos, Peña Nieto debería alejarse de México, a disfrutar de lo que obtuvo durante seis años en el máximo encargo de un país, como el peor de la historia, así como del perdón obtenido por la gracia que el sábado fue expuesta por su sucesor, en el Congreso de la Unión.
Máximo aguante
- Perfil Mexiquense
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Armando Ríos Ruiz
Toluca /