No recuerdo quién me dijo hace muchos años, que el ilustre presidente, don Adolfo López Mateos, acuñó la frase: “para ser buen mandatario, hay que desayunar diariamente: huevos revueltos con sesos. Los huevos solos no sirven. Los sesos tampoco. Hay que revolverlos”
Nuestro glorioso Ejército Mexicano, que sabe mucho de huevos, reaccionó, como era de esperarse con esos tamaños, ante la ola creciente de falta de respeto a sus uniformados, de parte de un manojo de imbéciles. No merecen otro calificativo.
De individuos crecidos, con el trasero parado, porque nuestro Presidente ha sostenido la ocurrencia de pregonar a diestra y siniestra eso de “abrazos, no balazos”.
Ha tenido la inesperada idea de limitar a nuestros soldados a lucir un arma sólo como parte de su atuendo, sin que sirva para un carajo. No pueden agredir a los delincuentes porque también “son pueblo”. Lo dijo en Oaxaca.
Un periodista no puede investigar a un neoliberal que sobrevive al cambio y que se desempeña, con su oscuro pasado, en el nuevo gobierno. O es chayotero o sirve a fines malsanos de gente perniciosa que no admite el cuarto movimiento.
Un merecido aplauso para nuestros soldados. Para quienes hicieron valer, muy a tiempo, la ley que los acredita para ser violentos, cuando la violencia se desborda y asume posturas de delito.
Hay que recordar que hasta el más cobarde reacciona cuando recibe una agresión.
Para defender al pueblo, para ayudar en momentos de desastres naturales, para ofrendar la vida frente a una caterva de rufianes que babea por delinquir, están las caras morenas, arrancadas de familias humildes de nuestro querido país, que decidieron engrosar las filas del Ejército Mexicano para defender a su raza, en lugar de obedecer la decisión fácil de envenenar a sus semejantes, porque eso deja dinero rápidamente.
¡Quien se atreve a defender a esta horda de bandidos no quiere a México. El hecho lo denuncia!
Se vale preguntar: ¿por qué tanta miel para los delincuentes, algunos encumbrados a cargos de elección popular, en donde no aportan absolutamente nada? ¿Hay que tener un alto cargo para conocer la respuesta?
Mientras, otro aplauso muy merecido para el militar que tuvo la congruente ocurrencia de decirle a nuestro máximo mandatario, que ya no era posible aguantar tantas vejaciones, tantas injurias, tantos insultos y tantos empujones y golpes inmisericordes, que ultrajaban a todo este México querido.
