Cultura

Los inocentes. Universos y poderes infantiles

  • La pantalla del siglo
  • Los inocentes. Universos y poderes infantiles
  • Annemarie Meier

Por el impacto de las películas tengo la impresión que el cine noruego no sólo se ha abierto camino a nuestras pantallas sino que buscaremos sus nuevas propuestas de aquí en adelante. Hace apenas unos meses pudimos ver **La peor persona de todas (The Worst Person in the World) de Joaquim Trier, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, y ahora Eskil Vogt, el guionista de aquel filme nos sorprende como escritor y director de **Los inocentes (The Innocents), un filme de horror realmente estrujante. Si **La peor persona del mundo impactó por observar a una joven que busca y ensaya distintas maneras de ser mujer, pareja y sujeto autónomo, **Los inocentes inquieta por introducirse al universo infantil y mostrar con crudeza y extrañamiento de lo que son capaces las mentes infantiles cuando los adultos no los miramos. Eskil Vogt empaca su observación del instinto de brutalidad infantil en un filme de horror como si se tratara de niños con superpoderes. Pero no a la manera fantástica como lo vemos en los X- Man, sino más bien cercano al cine del austriaco Michael Haneke con sus películas **Funny Games y **La cinta blanca.

En **Los inocentes la protagonista Ida (Rakel Leonora Fløttum), la típica niña dulce con cabello rubio y ojos azules, se muda con su familia a un edificio de departamentos cercano a un bosque y empieza a explorar el nuevo entorno que luce solo ya que es época de verano y las familias salieron de vacaciones. En el edificio quedaron unos chicos mayores que se dedican a jugar futbol, del que, desde luego, excluyen a los más pequeños, y dos niños que viven con sus madres inmigrantes, Ben, un chico de tez oscura un poco mayor que Ida y Aisha, una niña hindú muy sensible con manchas de pigmentación en la piel. Los padres de Ida la tratan con cariño, aunque no con la preocupación con la que cuidan a Anna, su hermana mayor quien padece de un espectro de autismo y no puede hablar.

Desde los primeros minutos Ida se nos presenta como niña que se aburre viajando con sus padres en coche y escuchando los balbuceos de su hermana a la que, en un momento de descuido de la madre, pellizca con ganas para observar su falta de reacción. Al descubrir el nuevo entorno Ida observa con curiosidad infantil los movimientos de una lombriz y por un súbito impulso aplasta con un pie el animalito sin mostrar ningún tipo de reacción. La soledad de las vacaciones provoca que Ida, Ben, Aisha y Anna se conozcan y establezcan una relación de juegos y experimentos telequinéticos y telepáticos que escalan en cuanto a crudeza y brutalidad.

Eskil Vogt estudia y muestra el universo enigmático de las mentes infantiles con la misma curiosidad con la que los niños desarrollan sus facultades y poderes sobre objetos y seres vivientes. Separados del mundo de los adultos cuyas acciones y conversaciones ven con extrañeza, viven su propia realidad y construyen un mundo paralelo que se mueve por la magia y el impulso de ejercer el poder de la mente. Con una frialdad que la cámara y el sonido captan a detalle y el espectador percibe con suspenso y creciente inquietud. Aunque la brutalidad de ciertos actos no se juzga, si nos preguntamos el porqué de la escalada de agresividad. ¿Será por el aislamiento, la exclusión o la condición social y familiar? ¿O estarían los niños simplemente respondiendo a sus impulsos, más allá del bien y el mal? El filme despierta inquietud, preguntas y reflexión a las que no ofrece respuestas. Se lo agradecemos.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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